Me ha conmovido la nota escrita por Mike Ives en The New York Times sobre la muerte de la tortuga sagrada de Vietnam, un animal tan viejo que a la hora de su muerte nadie podía recordar su edad. Era una tortuga gigante de carapacho suave, símbolo de la independencia vietnamita (1945) y de la … Continued
Me ha conmovido la nota escrita por Mike Ives en The New York Times sobre la muerte de la tortuga sagrada de Vietnam, un animal tan viejo que a la hora de su muerte nadie podía recordar su edad.
Era una tortuga gigante de carapacho suave, símbolo de la independencia vietnamita (1945) y de la resistencia inmemorial de Vietnam a la sombra opresiva de China.
Se llamaba Cua Rua (Tortuga Bisabuela) y vivía en el lago central de la ciudad de Hanói desde hace al menos 100 años.
El lago es escenario de una leyenda según la cual, en el siglo XV, un héroe nacionalista derrotó a las fuerzas de ocupación china con una espada mágica que había tomado prestada de un rey dragón.
Cumplida la hazaña, fue a devolver la espada al lago Hoan Kiem (“Lago de la espada devuelta”) y salió a recibirla una tortuga.
En 1880 se levantó en el centro del lago un adoratorio en honor de la tortuga sagrada. La tortuga que vivía en ese lago, Cua Rua, murió en estos días de causas naturales.
Era una de las cuatro tortugas gigantes de carapacho suave (rafetus shinhuaei) que quedaban en el mundo. Otras dos viven en cautiverio en el Zoológico de Suzhou, en China, desde el año 2008. Se trata de una pareja infértil.
La única otra tortuga macho que queda en el mundo luego de la muerte de Cua Rua vive en Vietnam, en un lago de las afueras de Hanói. La única posibilidad biológica de que la tortuga rafetus no se extinga es que Vietnam y China suspendan sus riñas históricas y pacten una fiesta de coitus in articulo mortis entre sus tortugas centenarias.
Hay algo milenario y melancólico en la larga vida y la inminente muerte de estos animales portentosos. ¿Qué sombras cruzarán por sus cabezas?
En Aspectos de la novela, E. M. Forster dice que la novela no puede tratar sino de las emociones humanas, pues son las únicas que conocemos. Dice luego que algún día la ciencia nos dejará conocer las emociones de los animales y la novela podrá llegar ahí.
No como ha llegado hasta ahora, leyendo y haciendo hablar en clave humana al mundo animal, sino creándolo desde dentro, con conocimiento de causa. ¿Será?
(La nota del Times: http://nyti.ms/1Np1NU7)