Hay que invertir en la gente, para que pueda ejercer su derecho a ser ella misma y generar un efecto virtuoso que saque a México de su pesada dependencia
Cada 15 de septiembre, desde el balcón central de Palacio Nacional, el presidente en turno lanza arengas recordando a los héroes de la “gesta libertaria”.
Uno de los conceptos que toma fuerza en estas fechas es el de soberanía. Cada gobernante la entiende a su modo. En su discurso del 16 de septiembre, la presidenta Claudia Sheinbaum afirmó que la “soberanía es el derecho a ser nosotros mismos”.
Después de escucharla, me puse a pensar en la capacidad real de México —y de los mexicanos— de ser nosotros mismos, cuando dependemos de factores externos que limitan ese derecho. Veamos algunos casos.
Dependemos de las remesas que mandan los migrantes: 63,300 millones de dólares en 2024, cifra récord según el Banco de México, equivalente a casi 3.8% del PIB.
En lo comercial y energético dependemos de Estados Unidos. Nuestro vecino del norte nos vende más de la mitad del gas natural que necesita la industria nacional y la generación eléctrica. También es el destino de la mayoría de nuestras exportaciones.
Si queremos poner más desorden al asunto, en materia de entrenamiento e información dependemos de plataformas extranjeras como Google, Meta, Netflix o incluso las de inteligencia artificial.
Y si hablamos de tecnología, la dependencia es todavía mayor.
La paradoja es enorme. Mientras el discurso oficial celebra la soberanía y se desgarra las vestiduras asegurando su defensa hasta el último aliento, el mercado nos recuerda nuestras cadenas invisibles.
Guillermo Bonfil Batalla, en “ México profundo”, ya lo advertía: “vivimos atrapados entre la retórica de un Estado independiente y la realidad de una nación subordinada”. Esa brecha no se ha cerrado; al contrario, parece ensancharse.
¿Hay forma de romper nuestra dependencia del exterior y ejercer con más libertad nuestro derecho a ser nosotros mismos? Sí, pero hace falta voluntad.
Voluntad para trabajar en conjunto con quienes no piensan como nosotros. Voluntad para apoyar a los creadores. Voluntad para gastar lo que se tenga que gastar en el desarrollo del país y en el crecimiento de la gente, reduciendo así la dependencia de programas sociales. Porque el presupuesto en programas sociales no es un timbre de orgullo, más bien de preocupación.
Hay que invertir en la gente, para que pueda ejercer su derecho a ser ella misma y generar un efecto virtuoso que saque a México de su pesada dependencia. Sólo entonces podremos decir, con hechos y no con discursos, que México ejerce el derecho de ser él mismo.
EN EL TINTERO
Tal vez, cuando usted lea estas líneas, el presunto líder de “La Barredora”, Hernández Bermúdez, ya esté en territorio nacional. ¿Hablará? ¿Denunciará a alguien? ¿Alguien tendrá miedo?
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Muchas gracias
