Como sea, no está lejano el día en que la 4T recule del hecho de mantener cerradas esas empresas que le interesa a Estados Unidos que se mantengan activas por sus propios intereses
Los empresarios mexicanos le han pedido hasta el cansancio al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador que haga lo necesario para no destruir las cadenas productivas en esta emergencia sanitaria.
La Asociación Nacional de Manufactureros de Estados Unidos le dirigió una carta a López Obrador para explicarle lo indispensable que es mantener vigentes las cadenas de suministro de una región plenamente integrada por el libre comercio como la estadounidense.
Está probado que a los empresarios mexicanos este gobierno ni los ve ni los oye. Y no es tan seguro que aquellos hombres de negocio de Estados Unidos, por más que le mandaron una carta con 327 firmas, sean escuchados por un presidente que suele tener posturas inamovibles.
Pero lo que seguramente habría de convencer a la 4T de reabrir algunas actividades industriales, como el sector automotriz, sería una llamada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
No debería tomar más que un par de minutos para que López Obrador ordenara de inmediato considerar como actividades prioritarias aquellas industriales que impliquen mantener cadenas de proveeduría de la industria de la región estadounidense.
En la comunicación seguro le expondrían al mandatario de nuestro país que muchos sectores estratégicos y hasta de seguridad nacional de Estados Unidos están estrechamente ligados con la proveeduría mexicana y que no es posible cortar ese flujo de mercancías que cruza varias veces las fronteras.
Si se extiende la exposición de motivos podrían correrle la cortesía a López Obrador de tratar de explicarle que el gobierno de Estados Unidos busca levantar lo antes posible el confinamiento que permita volver a arrancar la economía y que entonces los consumidores van a necesitar tener acceso a esos productos, como los automóviles, de los que muchos componentes son hechos en México.
Si se diera esa línea directa entre Palacio Nacional y el salón oval no debería quitarles mucho tiempo a los interlocutores, porque seguramente el presidente mexicano no podría olvidar que le debe algunos favores al presidente estadounidense, como aquel de regalarle un recorte de 300,000 barriles diarios de petróleo para salvar a México de ser expulsado del acuerdo de los países productores de hidrocarburos.
En caso de que Trump, en esa supuesta llamada, notara alguna reticencia de López Obrador, podría recordarle que, en una decisión inexplicable, exentó del paro de actividades a las industrias de acero, vidrio y cemento que surten materiales para sus proyectos faraónicos de Santa Lucía y el Tren Maya. Y que, por lo tanto, no habría razones lógicas para dejar fuera a otros sectores industriales.
Y, en el último de los casos, si no hubiera receptividad del mexicano para reabrir esos sectores que le interesan a Estados Unidos, entonces que no quede duda que, además de un tono de voz más elevado, saldrían a relucir los temas de la migración, el muro fronterizo, las remesas y cualquier otra carta que tenga bajo la manga el republicano.
Como sea, no está lejano el día en que la 4T recule del hecho de mantener cerradas esas empresas que le interesa a Estados Unidos que se mantengan activas por sus propios intereses.