La falta de inversión y la ausencia de medidas significativas de política económica para otorgar apoyos y proteger el empleo formal podrían contribuir a que la recesión del 2020 se convierta en un periodo de estancamiento multianual
La economía mexicana atraviesa su peor crisis en casi 100 años como consecuencia de la parálisis causada por la pandemia de coronavirus. México enfrenta una tormenta perfecta generada por una serie de choques externos que golpean a nuestra economía en un contexto de fragilidad preexistente.
El impacto del cese casi total de actividades provocó la peor caída trimestral en el PIB en la historia de nuestro país. De acuerdo a cifras del Inegi, durante el segundo trimestre de este año el PIB presentó una contracción anual de 18.9% con respecto al mismo trimestre del 2019 y de 17.3% con respecto al segundo trimestre de este año.
Aunque las cifras del tercer trimestre seguramente presentarán un rebote importante en la comparación contra el segundo trimestre, la comparación anual seguirá siendo muy negativa. A pesar de que la actividad económica se está recuperando, el PIB en el 2020 podría presentar una contracción de aproximadamente 10 por ciento.
El debate sobre la magnitud de la recesión en el 2020, donde los estimados van de -8 a -12%, es importante pero no debemos olvidar que la economía mexicana ya mostraba tendencias recesivas previas a la llegada del choque externo. Aunque no se quisiera hablar de una recesión generalizada previo a la pandemia, es evidente que sectores como la construcción, la minería y algunos subsectores industriales estaban en franca recesión, mientras que los servicios y el consumo mostraban una clara desaceleración.
La inversión fija bruta ya venía en picada, experimentando en el 2019 una contracción de 4.9 por ciento. La fuerte contracción en la inversión fija bruta previa a la pandemia y la débil perspectiva de recuperación significaban ya una limitante importante en el potencial de crecimiento del PIB, situación que la pandemia vino a exacerbar de manera notable.
El gobierno anticipa un “rebote” en la actividad económica para el 2021 de 4.6%, mientras que el consenso de expectativas de los especialistas del sector privado anticipa un crecimiento de apenas 3.5 por ciento. Independientemente de la expectativa para el 2021, el marco macroeconómico publicado la semana pasada como parte de los Criterios Generales de Política Económica anticipa un entorno de crecimiento moderado, en el mediano plazo.
De acuerdo a esta publicación, el crecimiento promedio estimado del PIB para el periodo 2022-2026 es de 2.5%, cifras que se antojan optimistas en un entorno donde la inversión, tanto pública como privada, está en franco declive.
En el caso de la inversión pública, exceptuando las obras emblemáticas de infraestructura de este gobierno (Tren Maya, Refinería de Dos Bocas y aeropuerto de Santa Lucía), simplemente no hay espacio presupuestal para otros proyectos. En el caso de la inversión privada, el declive está más relacionado con la creciente percepción de un deterioro en el Estado de derecho.
La falta de inversión y la ausencia de medidas significativas de política económica para otorgar apoyos y proteger el empleo formal podrían contribuir a que la recesión del 2020 se convierta en un periodo de estancamiento multianual.