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Anticipar una desaceleración económica no es parte de un complot de la mafia del poder y sus analistas de mala fe. Es una realidad que hoy comparte hasta la propia Secretaría de Hacienda.

El optimismo sexenal está ordenado por decreto, pero la terca realidad obliga a los cálculos prudentes para no tomar decisiones que no correspondan con un desempeño objetivo.

Es un hecho que hay un proceso de desaceleración que ha afectado a la baja las estimaciones económicas. Afortunadamente nadie hasta hoy más allá del propio presidente Andrés Manuel López Obrador, ha hablado de una recesión.

No hay manera, por ahora, de poder comprar la idea de que la economía mexicana puede crecer éste y los siguientes años a 4% anual. Y aceptarlo, lejos de ser una derrota, inyecta tranquilidad porque se reconoce la realidad.

Los analistas que mensualmente consulta el Banco de México estiman que la economía mexicana habrá de crecer este año a 1.56%, para el próximo año esperan un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 1.90%, y para el 2021 anticipan un crecimiento de 2.12 por ciento.

Hace un año, esos mismos especialistas calculaban que este año el PIB habría de crecer 2.33% y para el próximo año 2.50 por ciento, lo que implica una corrección muy notable a la vuelta de un año.

Hay ciertamente un ambiente de baja en la actividad económica de prácticamente todo el mundo. Empezando por Estados Unidos, que ha deteriorado sus pronósticos y ahí el efecto es inmediato y directo hacia México.

Europa y en especial China muestran signos de ralentización que tienen mucho que ver con las expectativas internas.

Pero no se pueden obviar los factores internos. Hay una sensible baja en los niveles de inversión privada, y la pública sufrió un frenazo con la cancelación del aeropuerto de Texcoco y los planes de inversión en infraestructura que tiene planeado el gobierno todavía no arrancan.

Los eufóricos consumidores, que muestran una confianza desbordada, no abarrotan las tiendas. Y si bien se mantiene un dinamismo en el sector terciario, tampoco pinta para un motor de un crecimiento galopante.

Quien más clara debe tener la película de la desaceleración es la autoridad hacendaria. Si en la Secretaría de Hacienda se nota serenidad al momento de hacer los cálculos y les permiten actuar en consecuencia, todo lo demás puede ser estridente.

Los Precriterios Generales de Política Económica para el próximo año que presentó ayer la Secretaría de Hacienda son ese primer acercamiento con la realidad de lo que ven sus expertos y lo que atienden de las estimaciones privadas.

Esta visión previa les permite empezar a trabajar en el paquete económico para el próximo año, que tienen que presentar antes del 8 de septiembre.

Por eso es indispensable que se aprecie como un ejercicio responsable, apegado a la realidad. En estos momentos la economía mexicana no goza de motores encendidos hacia un crecimiento elevado, pero al menos se mantendrá con niveles inflacionarios contenidos.

Hay una coincidencia entre lo que ven desde el gobierno del presidente López Obrador y los analistas privados en materia de inflación, que parece por ahora no ser un tema de preocupación mayúscula.

Es verdad que la economía muestra algunas debilidades, pero siempre será mejor aceptar las cosas como son para no cometer errores con las políticas públicas, como ha ocurrido antes en este país.