Y por añadidura, hay factores políticos internos que ponen más en riesgo el buen desempeño económico que las turbulencias internacionales
Aunque la información de los mercados financieros sea digital, en tiempo real y con la intervención de las computadoras de alta velocidad, detrás de todo eso hay seres humanos que reaccionan desde sus emociones y cerebros reptilianos.
Desde el miércoles de la semana pasada que Rusia pasó de las amenazas a la acción militar en territorio de Ucrania los mercados financieros han entrado en un ambiente de alta volatilidad.
El comportamiento altamente volátil y errático de los mercados desde los primeros momentos de la invasión deja ver que la falta de información y de certezas se cubre con esa anticipación intuitiva y los estados de ánimo.
Los primeros despachos informativos del miércoles pasado llegaron de la mano del hashtag #TerceraGuerraMundial. Claro que la instrucción fue una venta inmediata de los activos expuestos para refugiarse en el oro o debajo del colchón.
Si el siguiente mensaje era de sanciones financieras y comerciales menores a Rusia y la no intervención de occidente en el teatro de combate, los inversionistas corrían a recoger los papeles del piso para hacer alguna ganancia.
Si durante el fin de semana, las sanciones se incrementaban hasta alcanzar el sistema Swift y Vladimir Putin respondía con una amenaza nuclear, de vuelta al piso los indicadores.
Esa habrá de ser la tónica de los mercados, mientras llegan las decisiones que difícilmente puedan tener marcha atrás.
Por ejemplo, los precios de los energéticos se mantendrán elevados porque el estatus actual del conflicto implica que no será tan fácil reestablecer los suministros de hidrocarburos.
Lo cierto es que algo se rompió en el mundo y van a cambiar los equilibrios. Las repercusiones económicas serán inevitables y el hecho de que una potencia pueda invadir a un país soberano, asumir el costo, y aparentemente salirse con la suya va a cambiar el orden mundial.
La imposibilidad de saber los alcances bélicos de Rusia en Ucrania y en la región hacen que el dedo de los inversionistas se mantenga en el gatillo, lo que garantiza un ambiente de volatilidad.
No es muy recomendable querer subirse a esa ola de volatilidad para “aprovechar” las ofertas, porque como inversionista al menudeo se opera desde apps que tienen altos costos de entrada y salida y que no tienen el tiempo de reacción que quisiéramos.
Más bien, hay que ponerles atención a las condiciones internas de México y cómo se filtran los impactos de la guerra en Ucrania.
Por ejemplo, en el mercado cambiario el peso resiste no sólo la turbulencia global sino las pifias políticas internas, a diferencia del rublo ruso que está en medio de las sanciones económicas o la lira turca, que vive muy cerca del conflicto.
El comercio externo de México depende de Estados Unidos, prácticamente sin ningún vínculo con el bloque ruso. Sólo hay que cuidar que el gobierno mexicano no descomponga la relación con Norteamérica.
Hay que cuidar el comportamiento de la inflación porque se mantiene alta, las presiones de la inflación subyacente no ceden y los precios de las materias primas y los energéticos sí pueden causar más estragos.
Y por añadidura, hay factores políticos internos que ponen más en riesgo el buen desempeño económico que las turbulencias internacionales.