Siempre me ha llamado la atención y me ha preocupado que los treinta y tantos expertos en economía que consulta el Banco de México en su encuesta mensual no consideren que la falta de cambio estructural es uno de los grandes lastres para crecer. Entre estos expertos pegó muy bien el discurso oficial de que … Continued
Siempre me ha llamado la atención y me ha preocupado que los treinta y tantos expertos en economía que consulta el Banco de México en su encuesta mensual no consideren que la falta de cambio estructural es uno de los grandes lastres para crecer.
Entre estos expertos pegó muy bien el discurso oficial de que las grandes reformas estructurales fueron las logradas por esta administración durante los dos primeros años.
Después de que durante muchos años la principal respuesta a la pregunta sobre los factores que podrían frenar el crecimiento económico del país era precisamente la ausencia de cambios estructurales, las reformas energética, fiscal y de telecomunicaciones satisficieron a estos expertos y llevaron al olvido esa preocupación.
Sin embargo, el cambio estructural más importante que necesita México sigue ausente y no tiene la más mínima atención de la opinión pública.
Lo que responden los economistas consultados por el banco central mexicano en su encuesta es sólo una muestra de lo que realmente ocurre en un país dominado por la impunidad.
Está claro que a los partidos políticos poco les importa combatir la corrupción, la impunidad y la violencia que privan en el país. Implicaría perder el modus vivendi que tan redituable ha sido para ellos, tanto en su carácter de institutos políticos como en las posiciones de gobierno que logran.
La mayoría de los ciudadanos tiene la percepción de que los cambios estructurales ya quedaron hechos y sólo dividen opiniones en la pertinencia y conveniencia de los cambios hasta ahora llevados a cabo por el actual gobierno.
Sin ninguna presión pública es lógico que los legisladores hayan sido incapaces de sacar en el periodo ordinario el paquete modesto de reformas anticorrupción y que ahora hayan prometido hacer algo en un periodo extraordinario.
Diputados y senadores incumplieron el plazo constitucional que tenían para legislar la ley anticorrupción y no pasó nada. No hubo consecuencias, no hubo ninguna reacción social.
No pasa nada, nadie se inmuta, a nadie le importa cuando aparece, por ejemplo, el dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, y asegura que la corrupción le cuesta al país hasta 10% del Producto Interno Bruto y 5% de las ventas de las empresas del sector privado.
La productividad del país se derrumba seis lugares en el ranking mundial de IMD y lo que importa en la opinión pública es el futbolista Alan Pulido.
La productividad del país, de acuerdo con la medición que hace la prestigiada escuela de negocios suiza IMD, cayó seis niveles en su medición mundial. Y lo hizo por su desempeño económico, pero también por la falta de eficiencia gubernamental y empresarial. Ahí está metida la impunidad como el cáncer que hace metástasis en todo el cuerpo nacional.
Y a pesar de tan preocupante evidencia de que el Congreso ha retrasado, una vez más, un paso de la más relevante reforma estructural para corregir el más importante problema del país, lo que nos importa es la suspicacia que nos provoca la manera en que se escapó del secuestro un famoso futbolista.