Hasta los representantes del Partido Republicano de Estados Unidos, esos que durante la campaña estaban tan complacidos por las deferencias del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump y sus afanes reeleccionistas, hoy ya no están tan contentos con la amenaza de la 4T de acabar con el outsourcing
Hasta los representantes del Partido Republicano de Estados Unidos, esos que durante la campaña estaban tan complacidos por las deferencias del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump y sus afanes reeleccionistas, hoy ya no están tan contentos con la amenaza de la 4T de acabar con el outsourcing.
Esa manera de gobernar, primero lanzar una iniciativa al Congreso y después negociar con la presión de los tiempos legislativos funciona muy bien con los empresarios mexicanos que tienen poco margen de maniobra ante un gobierno que realmente no quiere tener una buena relación con el sector privado.
Si hubiera un poco de respeto del gobierno federal hacia los empresarios mexicanos y sus organizaciones empresariales se buscaría una negociación previa a la iniciativa, por más que la visión presidencial tuviera más peso que cualquier planteamiento del sector privado.
Pero cuando los efectos de ese estilo autoritario de gobernar alcanzan los intereses de otros países, y en especial de Estados Unidos, la cosa cambia.
Larry Rubin, republicano y presidente de la American Society, le explica gentilmente al gobierno de López Obrador que, si la 4T insiste en esa medida de eliminar la subcontratación laboral, México perderá competitividad y, por lo tanto, las empresas estadounidenses buscarían destinos más seguros y rentables para invertir.
Y en este tema del outsourcing vaya que confluyen los contendientes estadounidenses, porque la representante del Partido Demócrata en México, Gricha Raether, ya advirtió que el gobierno de Estados Unidos intervendría si no se respetan los derechos de las empresas de su país establecidas en México. Ese es el discurso de los que van a llegar a gobernar.
Lo interesante de estas advertencias que llegan desde Estados Unidos es que al parecer todo este tema de buscar que México elimine esos esquemas de subcontratación, que se usan en muchas partes del mundo, vienen precisamente de Estados Unidos.
No es la primera vez que queda la impresión que en Palacio Nacional hay un defensor intransigente de sus proyectos, pero con un oído frágil que no filtra con facilidad muchas de los planteamientos incoherentes que se cuelan hasta el mando único de este gobierno.
Los primeros promotores de la desaparición de los esquemas de subcontratación en México fueron las organizaciones sindicales de Estados Unidos, como la AFL-CIO, en aquellos momentos que se planteaba la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El primero en promover una iniciativa desde el año pasado para desaparecer en México la figura del outsourcing fue el líder sindical Napoleón Gómez Urrutia, repatriado por la 4T con el estatus de senador de la República.
Ahora sólo hay que ver quién es el vínculo con esas organizaciones sindicales estadounidenses que quieren meter mano en la legislación laboral mexicana.
Tiene que ser alguien del partido en el poder, que tenga relación con los temas sindicales, que tenga buena relación con esas organizaciones extranjeras, que quizá haya vivido en el extranjero, que pueda fácilmente impulsar una iniciativa legislativa y que tenga acceso al oído presidencial.
No hay, ni en Estados Unidos ni en México, muchas dudas de cómo se colaron estos planteamientos, lo que sorprende es la facilidad con la que la 4T se engancha en aventuras que claramente traerían consecuencias tan negativas para el gobierno y para el país.