La clase política, sin duda, nos queda a deber y mucho. Pero también los ciudadanos le quedamos a deber a nuestra democracia y al país al no detener la imposición de un régimen autoritario que más pronto que tarde nos oprimirá
LUIS CARLOS UGALDE,
ANALISTA POLÍTICO
+Pereza: desidia,
holgazanería, negligencia.
Diccionario de la Real Academia
Escuché con atención su participación en el programa La hora de opinar del pasado lunes, en el cual se preguntó si la transición a la democracia estaba cancelada y nos deberíamos preparar para un régimen autoritario por un largo tiempo. Cuando el conductor, Leo Zuckerman, le preguntó cuáles serían las causas de tal claudicación, su respuesta me dejó de una pieza. Me permito transcribirla para los lectores que nos acompañan:
“Creo que la principal (razón) es la pereza de no haber dado el giro completo. Se pensó que la democracia era pluralismo y no se caminó por la senda de la legalidad y el estado de Derecho. Se pensó que la democracia era la alternancia; fue tan agudo el argumento de que ‘hay que sacar al PRI de Los Pinos’, difundido por muchos intelectuales, por la clase política y por la oposición, que una vez que se logró el objetivo de la alternancia y el pluralismo, se pensó que ya estábamos en la democracia. Yo creo que todo esto generó pereza política, pereza intelectual, y nunca se construyó la senda de la legalidad y el estado de Derecho.”
Cuánta razón tiene usted, don Luis Carlos. Se creó toda una infraestructura electoral a través del INE y se ganó la confianza ciudadana, pero de ahí no pasamos. Los partidos, actores principalísimos para concluir la transición y construir un régimen plenamente democrático, no cambiaron; como diría mi abuela, se la pasaron nadando de muertito.
Ya fuera en el poder o como oposición, siguieron comportándose como en el siglo pasado. Perdieron la brújula y no fueron capaces de proponer una visión de Nación, un modelo de gobierno y una oferta programática para la población, para luego cumplir con todo ello. Los partidos están diluidos, doctor Ugalde; lo que criticaron hace unos años, hoy lo defienden y viceversa. Nada más hay que revisar los mensajes en Twitter para confirmar que hay cero congruencia en los principios sobre los asuntos de interés, mucho menos en los actos de gobierno.
Más aún, cuando los políticos han llegado a puestos de elección popular no modifican su conducta, como si estuviéramos en el México de los años 50s. Cuánta razón tiene usted cuando dice que no transitamos hacia la legalidad y el estado de Derecho; así nos han recetado la Estela de Luz y la Estafa Maestra, lo mismo que una Casa Gris o un fraude en SEGALMEX.
No estoy poniendo ejemplos aislados, la falta de legalidad es sistémica como bien lo demuestran los rankings: México ocupa el lugar 116 de 142 países en el Índice Global de Estado de Derecho, básicamente porque la corrupción (lugar 136), la seguridad (lugar 133) y la justicia (lugar 132) son perversidades y carencias que vulneran a nuestro país. Seguramente en las próximas mediciones saldremos peor, dado que los derechos fundamentales ahora están seriamente amenazados con los ataques a la libertad de expresión y la ley espía.
Lo que requiere el país es que su clase política se transforme, que se vincule a la sociedad y en particular a los jóvenes, pero la pereza les gana. Por ahí anda circulando un spot del PRI en el que presume haber repartido 600 tinacos en poblados con problemas de agua; en vez de gestionar ante la autoridad correspondiente la resolución un problema estructural, recurre al viejo esquema de la dádiva.
En el programa usted se mostró ligeramente, muy ligeramente optimista, pues cree que la puerta hacia la democracia no está del todo cerrada. Aquí discrepo de usted y me declaro pesimista. Sí creo, porque lo veo, que hemos tomado el ominoso camino del partido hegemónico que ignora a las minorías, que ya no tiene contrapesos, que ha anulado al Poder Judicial, que volvió a llenar al Congreso con levantadedos y que ahora nos va a recetar una reforma electoral so pretexto de que los comicios y el número de legisladores son muy costosos, pero cuyo fin último es dar todavía más poder al partido mayoritario.
Desconozco si la presidenta Sheinbaum está convencida de la necesidad de una reforma electoral o si la presión de Palenque y de los morenistas “puros” es tan grande que no tiene capacidad de maniobra. Cualquiera que sea la razón, el daño se avecina, porque no veo probable que la gente salga a defender la poca democracia que nos queda; también a la sociedad la ha invadido la pereza. Ya ve usted lo magras que fueron las manifestaciones en contra de la reforma al Poder Judicial.
El espacio se me acaba, doctor Ugalde, así que concluyamos: La clase política, sin duda, nos queda a deber y mucho. Pero también los ciudadanos le quedamos a deber a nuestra democracia y al país al no detener la imposición de un régimen autoritario que más pronto que tarde nos oprimirá.
Con la colaboración de Upa Ruiz
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