El hondureño Luis Redondo, presidente de la Asamblea Nacional y del Foro de Congresistas de Centroamérica, urgió respetuosamente a hacer de la Declaración de la Ciudad de México, un punto de inflexión para los izquierdistas del hemisferio y condensar “una hoja de ruta con compromisos concretos” ante el avance del fascismo y la ultraderecha
Tenía cinco minutos, en el rosario de oradores de la jornada inaugural del Congreso Panamericano. Pero el coordinador de asesores de la Presidencia de México, Jesús Ramírez Cuevas tenía un mensaje que transmitir, además de la bienvenida a los visitantes distinguidos.
“No podemos ser iguales a lo que nos han presentado el neoliberalismo, al menos en los últimos 40 años, que creó una élite: no solo ese 1% constituido por los dueños del dinero y de los bancos, sino también constituyeron falsamente una élite política, económica y mediática que los legitimó, que los avaló, que les aplaudió sus proyectos”, prometió el exvocero de Andrés Manuel López Obrador.
No somos iguales. Enfrente, casi un centenar de invitados internacionales, entre ellos medio centenar de parlamentarios de 12 países de la región con gobiernos progresistas. No obstante, Ramírez Cuéllar parecía aludir —esa tarde del viernes 1, en el recinto legislativo de Xicoténcatl— a los diputados y senadores mexicanos bajo el escrutinio público, por su opulencia y fustigaba a aquellos “que legalizaron el despojo a cambio de transiciones políticas que integraron a sectores progresistas a los gobiernos, pero nunca cuestionaron el modelo…”.
En el segundo piso de la Cuarta Transformación —valoró— no hay cabida para cavilaciones. “La corrupción debe estar desterrada de las fuerzas progresistas, deben estar desterrados los privilegios, la idea de una élite política que vive a espaldas del pueblo en los palacios de gobierno, en las salas de los congresos, pero muy lejana de la gente”.
Ante los participantes del Congreso Panamericano, la delegación mexicana presumió la “revolución democrática y popular” que derivó en la Cuarta Transformación, pero también reconoció sus principales retos y limitaciones. El líder del Senado, Gerardo Fernández Noroña y las secretarias Alicia Bárcena (Semarnat) y Citlalli Hernández (Mujeres) coincidieron con el asesor presidencial, en su condena a “la cultura del privilegio”.
Con la propuesta de consolidar una nueva agenda de cooperación hemisférica, basada en los principios de solidaridad entre los pueblos y soberanía entre las naciones, casi un centenar de delegados acreditados, de una docena de países, respondió a la invitación de los progresistas mexicanos.
De habla inglesa, congresistas estadounidenses —destacadamente Ilhan Omar y Radisha Tlaib— y de Barbados, con Colin E. Jordan, ministro de Transporte, al frente. De Canadá, Michael Coteau y Nathaniel Erskime-Smith. Y de lengua portuguesa: Taliría Petrone, Fernanda Melchionna y Henrique Dos Santos Vieira Lima.
Muchos repetidores de la primera edición del Congreso Panamericano, celebrado en Bogotá hace un año. Y entre los articuladores de este nuevo frente parlamentario, el académico David Adler, coordinador general de la Internacional Progresista, quien se ha vuelto un visitante frecuente de México.
Cinco días duró la estancia de los visitantes progresistas en la CDMX. La apertura fue de lujo, la noche del jueves 31 —en Palacio Nacional, con la presidenta Claudia Sheinbaum— y al día siguiente, dos eventos abiertos al público en el Teatro Esperanza Iris con exposiciones de la intelectual canadiense Naime Klein; el exvicepresidente boliviano, Álvaro García-Linera; la senadora María José Pizarro, precandidata presidencial en Colombia y el constitucionalista Gerardo Pisarello, de origen argentino, quien es diputado en las cortes españolas.
El hondureño Luis Redondo, presidente de la Asamblea Nacional y del Foro de Congresistas de Centroamérica, urgió respetuosamente a hacer de la Declaración de la Ciudad de México, un punto de inflexión para los izquierdistas del hemisferio y condensar “una hoja de ruta con compromisos concretos” ante el avance del fascismo y la ultraderecha.