La inflación simplemente no cede, se mantiene por arriba de 6 por ciento y de hecho en la más reciente lectura anualizada del Índice Nacional de Precios al Consumidor al cierre de la primera quincena de este mes, regresó a un nivel más cercano a 7 por ciento. Era un hecho que durante octubre y … Continued
La inflación simplemente no cede, se mantiene por arriba de 6 por ciento y de hecho en la más reciente lectura anualizada del Índice Nacional de Precios al Consumidor al cierre de la primera quincena de este mes, regresó a un nivel más cercano a 7 por ciento.
Era un hecho que durante octubre y noviembre habría presiones inflacionarias derivadas del final de las tarifas eléctricas de verano en algunas plazas del norte del país, pero hay otros precios que mantienen tendencias al alza, como las frutas, las verduras y otros energéticos.
La inflación de los productos volátiles se mantiene en dos dígitos y la inflación central, la llamada subyacente, está fuera del rango aceptado por el Banco de México. Y dentro de este corazón de la inflación tanto mercancías como servicios muestran una tendencia alcista, como evidencia de un contagio en sus precios.
Poco a poco, el banco central ha postergado su expectativa de regresar a la meta inflacionaria de 3 por ciento. En algún momento, a inicios del año, se esperaba que a estas alturas, finales del 2017, estuviéramos de vuelta con el nivel de precios del índice general que rimara con la cantaleta de 3 por ciento más-menos 1 punto porcentual.
Ahora ya esperan ese regreso de la inflación al nivel que consideran como irrenunciable para principios del 2019.
Pero para que la inflación regrese a la meta, tiene que tender a la baja y eso no ha sucedido. Ese camino de vuelta en los precios ha fallado y está lejos de la anhelada convergencia.
La política monetaria es restrictiva, la tasa de interés se mantiene en 7 por ciento y si bien se nota una contracción crediticia y hasta alguna influencia cambiaria en esa nerviosa y especulativa relación del peso frente al dólar, la realidad es que podría no estar lejos ese momento de influencia de la tasa de interés en los niveles actuales.
Todo esto, en el escenario de ausencia de un gobernador del Banco de México.
Agustín Carstens, a pesar de que continúa con su gira del adiós por varios medios de comunicación, realmente ya se fue. Tras la presentación del informe trimestral julio-septiembre del 2017, lo que le quede a Carstens en México es una agenda política y social.
Es cierto que el Banco de México es una de las más sólidas instituciones del país, que sus decisiones son ordenadas y colegiadas, y que en materia de su funcionamiento pueden hacerlo sin que esté Carstens o incluso un gobernador propuesto por el Ejecutivo y ratificado por el Senado.
Pero, políticamente, lo que vemos es que Carstens debe estar en su despacho de Basilea dentro de exactamente seis días y en su silla se habrá de sentar Roberto del Cueto como encargado del despacho.
Y a pesar de lo experimentado que pueda ser este actual vicegobernador, no puede ser propuesto por una cuestión de edad.
Ahora no hay que perder de vista que estamos en la puerta de entrada de un fin de semana frenético y una siguiente semana intensa en materia política.
No es descartable que si en estos días se define la candidatura presidencial del PRI, a la par se defina la nominación presidencial a la gubernatura del Banco de México. Por el consentimiento del Senado no hay que preocuparse, pues ésa sí parece una aprobación garantizada.