Los factores que han motivado este comportamiento parecen temporales. Tiene que llegar el día en que una inflación de 2% sea la meta cumplida del Banco de México. Para llegar a eso se tienen que cumplir una serie de condiciones que hoy siguen ausentes, como el libre mercado en los precios de los energéticos, lo … Continued
Los factores que han motivado este comportamiento parecen temporales.
Tiene que llegar el día en que una inflación de 2% sea la meta cumplida del Banco de México.
Para llegar a eso se tienen que cumplir una serie de condiciones que hoy siguen ausentes, como el libre mercado en los precios de los energéticos, lo que todavía está lejos. Porque no basta con liberar el mercado, hace falta que no se alteren los precios con fines recaudatorios.
Pero además hace falta que la inflación sea menos vulnerable a precios como el del jitomate. Aunque eso se consigue aumentando las posibilidades de compra de la población, lo que equilibra el destino del gasto y con ello el impacto de los alimentos básicos en la medición de precios. Esto está un poco más lejos aún.
Por eso es que nuestra fantástica medición inflacionaria de 2.5% anual que tenemos ahora no llegó para quedarse.
Es cierto que son ya cinco meses con inflaciones por debajo de 3%, pero los factores que han motivado este comportamiento parecen ser temporales.
La baja demanda es un lastre económico, porque implica falta de desarrollo del mercado interno, pero vaya que ayuda a controlar la inflación. Porque el que vende poco si sube sus precios, seguro vende menos.
La baja en los precios de los servicios de telecomunicaciones son resultado de un cambio estructural, pero las bajas no pueden ser para siempre, toparán y eventualmente indicarán un proceso de alza.
Los precios de los alimentos en México y en el mundo se mantienen estables, pero los factores que determinan los precios en el sector agropecuario son muy volátiles.
Y los precios de los hidrocarburos prometen no ser tan altos como hace una década, pero tampoco deberían mantenerse tan deprimidos por tanto tiempo.
La economía mexicana, como la del resto de los mercados emergentes, enfrenta una realidad insoslayable. La política monetaria estadounidense dejó una inundación de dólares y en la corrección habrá sufrimiento por el síndrome de abstinencia.
Hoy se han devaluado las monedas, como nuestro peso mexicano, pero no se han iniciado los procesos de corrección de las tasas de interés locales. Por lo tanto, el peligro hoy es inflacionario.
En México, los precios al productor excluyendo energéticos ya dejan ver un aumento superior al índice general, 3.5% anual para la inflación al productor, contra 2.5% de la medición general de los precios al consumidor, datos ambos de septiembre pasado.
Hay que ver las señales de precaución de los responsables de la política monetaria. De entrada, las autoridades federales presumen la inflación baja alcanzada, pero no prometen que ésa será la nueva realidad del país.
Y el propio gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, lo dejó muy claro en estos días. Los precios relativamente bajos que se han registrado, dijo, no durarán para siempre.
No son ganas de agüitar a nadie, es la necesidad de que ahora que la inflación pueda eventualmente regresar a 3% o más, se tome como un proceso natural y no como una invitación para desatar una carrera de precios.