En lugar de buscar soluciones, nos consolamos con que los de enfrente también tienen lodo. El resultado es un país que, en vez de avanzar, se dedica a lanzar basura de un lado a otro. Y lo peor: entre tanta basura, ya nadie distingue qué era verdad y qué era mentira
En la política mexicana, la indignación no es un sentimiento moral, sino una estrategia de guerra. Se enciende y se apaga como un interruptor. Y de ahí nace el nuevo vicio nacional: el desinterés selectivo. Un superpoder de la polarización que permite ver la paja en el ojo ajeno, pero jamás la viga en el propio.
Si eres del bando A, te indignará la corrupción, la falta de resultados, los errores de comunicación y las concesiones del pasado. Pero si esos mismos errores los comete tu líder, mágicamente se convierten en “sabias decisiones”, “deslices menores” o simples “malos entendidos de la prensa”. Y si eres del bando B, harás exactamente lo mismo con el otro lado.
El Índice de Paz México 2023, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, reveló que 65% de los mexicanos cree que es “poco probable que las divisiones pudieran superarse”. Ese dato no es solo una estadística: es una alarma encendida. En este país, la lealtad al grupo político se volvió más fuerte que la búsqueda de la verdad.
Ejemplo: Adán Augusto López nombró como secretario de Seguridad de Tabasco a Hernán Bermúdez, señalado como líder del cártel de La Barredora. Hoy, el actual hombre fuerte de Morena en el Senado se defiende diciendo que “nunca supo de irregularidades”. Su grupo lo aplaudió y validó sin titubeo. Sin embargo, cuando Felipe Calderón asegura que no sabía de las actividades ilícitas de García Luna, los patriotas digitales lo llaman cómplice y corrupto. El mismo argumento espejo: “no sabía nada”, “era un hombre con trayectoria”. Sirve igual para justificar que para condenar.
La crítica se ha vuelto un producto de consumo: solo nos importa si trae la marca que nos gusta. En palabras del politólogo José Woldenberg, el malestar social es fruto del “desencanto por la democracia”. La indignación selectiva es el combustible de esa desconfianza, pero también la excusa perfecta para no cambiar nada.
En lugar de buscar soluciones, nos consolamos con que los de enfrente también tienen lodo. El resultado es un país que, en vez de avanzar, se dedica a lanzar basura de un lado a otro. Y lo peor: entre tanta basura, ya nadie distingue qué era verdad y qué era mentira.
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EN EL TINTERO
La esposa del expresidente López Obrador respondió al diario español ABC, que publicó que establecería su residencia en un exclusivo barrio de Madrid. En una carta dijo que vive y seguirá viviendo en México. Sin comentarios.
Que alguien le diga a los miembros de la ex familia presidencial que calladitos se ven más bonitos, porque en estos tiempos, con un clic, se pueden descubrir muchas cositas.
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