Las tragedias financieras familiares se cuentan por millones y sólo se hacen del conocimiento público a través de los fríos números, empezando, claro, por los del desempleo
Si un reconocimiento puede tener el gobierno federal actual es esa obsesión que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador con el concepto de finanzas públicas sanas y el no incremento de la deuda pública.
Claro, hay que ver si, al final, muchas decisiones de gasto público, la gestión clientelar de los programas sociales y hasta la situación del sector energético permiten mantener ese mantra.
Nadie en el mundo entero estaba preparado para responder de forma efectiva e inmediata a las consecuencias económicas de la pandemia de Covid-19. Pero la mayoría de los países reaccionaron a favor de su población.
Es obvio que las capacidades de respuesta son diferentes dependiendo el grado de desarrollo y madurez institucional de cada país.
Estados Unidos tiene un enorme margen para imprimir dólares, endeudarse y desequilibrarse porque todo el mundo, literalmente, prefiere su moneda y eso le permite poner sus condiciones para ir y venir entre las políticas laxas y las restrictivas.
Pero México, con niveles de recaudación tan bajos y tantos compromisos presupuestales, tiene un menor margen. Sin embargo, sí existió siempre esa posibilidad de redirigir partidas presupuestales para apoyar a millones de mexicanos que perdieron sus ingresos durante la peor parte del confinamiento por la pandemia.
Lo hicieron países de igual condición económica, lo llevaron a cabo otras naciones con gobiernos de filiación política parecida al actual gobierno mexicano. Pero aquí no. La cantaleta de las finanzas públicas sanas no dio espacio para la gente y se convirtió en un rezo que ni el más conservador de los tecnócratas neoliberales del mundo pudo haber sostenido.
Las tragedias financieras familiares se cuentan por millones y sólo se hacen del conocimiento público a través de los fríos números, empezando, claro, por los del desempleo.
Hay otras cifras que comprueban el tamaño de las consecuencias de que millones de mexicanos se quedaran sin el respaldo de un ingreso mínimo vital por parte del gobierno.
Tan sólo en este año, que en el mundo de los otros datos ya es de plena recuperación económica, 1 millón 116,000 personas han optado por retirar dinero de sus cuentas de ahorro para el retiro para poder sobrevivir.
Estos trabajadores se suman al millón 700,000 cuentahabientes de las Afore que hicieron lo mismo durante el 2020.
La buena noticia es que el sistema de ahorro para el retiro permite hacer estas disposiciones para poder sobrevivir en medio de una crisis como la actual.
La mala, muy mala noticia, es que esos millones de personas han menguado su ya escaso ahorro para el retiro que de por sí, por el mal diseño del esquema de aportaciones, era insuficiente para una vejez con recursos que alcancen.
Habrá que ver qué tanto la bomba de tiempo que es Pemex y el alto costo fiscal de las obras faraónicas y los programas asistencialistas garantizan que, efectivamente, se mantengan las finanzas públicas sanas en los años por venir.
Pero por lo pronto, la certeza que da esta administración es la herencia de más gente en la pobreza y futuros jubilados con muy escasos recursos para subsistir.