Un mercado bursátil no tiene por qué no adelantarse con ganancias a una economía que pinta para tener una buena temporada de crecimiento, como lo que ocurre con el New York Stock Exchange, su Dow Jones, y la economía estadounidense. Puede ser que el crecimiento del que gozó la administración de Donald Trump al inicio … Continued
Un mercado bursátil no tiene por qué no adelantarse con ganancias a una economía que pinta para tener una buena temporada de crecimiento, como lo que ocurre con el New York Stock Exchange, su Dow Jones, y la economía estadounidense.
Puede ser que el crecimiento del que gozó la administración de Donald Trump al inicio de su mandato sea producto de lo que ocurrió durante el último tramo del gobierno de Barack Obama.
Al demócrata le tocó, durante los ocho años que gobernó, corregir los enormes desequilibrios que le heredó el republicano George W. Bush, que se agravaron con la Gran Recesión del 2008-2009.
Pero eso es para la política y será tema quizá para noviembre, cuando los partidos políticos estén a la cacería del voto para las elecciones intermedias.
Lo cierto es que la administración de Donald Trump no ha conocido otra cosa que una recuperación económica sostenida, con pleno empleo, crecimiento de las remuneraciones y del consumo. Con aumento en una buena parte de los indicadores que reflejan una etapa de crecimiento y todo sin inflaciones altas.
No cabe duda de que Trump es un hombre con suerte, porque a pesar del incumplimiento de la mayoría de sus promesas, tiene un entorno que le permite lucirse y ganar tiempo.
Su victoria fiscal ha provocado que la euforia que mostraban los mercados bursátiles se exacerbara. El Dow Jones, un referente popular del mercado bursátil, está en medio de una carrera meteórica.
Al Dow Jones Industrial Average le costó 23 días pasar del nivel de los 24,000 puntos, a finales de noviembre pasado, a las 25,000 unidades que logró durante la primera semana de este mes de enero.
Pero de esos 25,000 puntos a los actuales 25,800 le tomó solamente seis jornadas. No parece haber nada en el camino que no le permita esta semana conocer y superar los 26,000 puntos. Es un cohete a la Luna.
El paso del optimismo a la irracionalidad con ganancias altamente especulativas es una frontera poco visible y este comportamiento, que parece en correspondencia con el excelente desempeño económico de Estados Unidos, puede sufrir tropiezos.
Es un hecho que la reducción de impuestos en Estados Unidos es hoy un problema para países como el nuestro que tendrían que compensar esas ventajas, pero de aquel lado es como la entrada del mariachi a la fiesta. Ya vendrá la cruda del desequilibrio presupuestal si no saben compensar una previsible baja de ingresos con sus gastos.
Ya será tema en una década o menos el tener que corregir las barbaridades presupuestales del gobierno de Donald Trump, pero hoy que siga la fiesta.
Realmente es la inflación y la consecuente reacción de la Reserva Federal la que puede entorpecer la algarabía bursátil.
El banco central estadounidense no debería tocarse el corazón para frenar una eventual presión en los precios, derivado de un calentamiento económico y, de paso, de las presiones de los precios de los energéticos.
En un mercado que sube de manera ordenada, puede implicar una ligera corrección o incluso una simple pausa en las alzas. Pero en un ambiente frenético de ganancias como el que parece traer ese mercado bursátil, la corrección puede ser mayor.
El desafío a la gravedad que experimenta el Dow Jones puede llevar a correcciones importantes.