A final de cuentas, el nuevo presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed), Jerome Powell, se parece mucho en su discurso y visión a su antecesora, Janet Yellen. El cambio que hizo Donald Trump en la cabeza del banco central de Estados Unidos no aportó un cambio radical en la conducción monetaria, … Continued
A final de cuentas, el nuevo presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed), Jerome Powell, se parece mucho en su discurso y visión a su antecesora, Janet Yellen.
El cambio que hizo Donald Trump en la cabeza del banco central de Estados Unidos no aportó un cambio radical en la conducción monetaria, sólo perdió la alta dosis de experiencia que ya tenía la anterior presidenta por una rabieta del presidente republicano.
Y es que en la campaña, Trump dijo sin fundamento alguno que Yellen ayudaba a los intereses electorales de los demócratas con tasas de interés bajas. Y si bien hasta él debería ser capaz de concluir que eso es falso, no es una persona que parezca capaz de aceptar un error, así que le cortó la cabeza.
Por eso, parte del temor que acompañó a los mercados las horas previas a la comparecencia ante el Congreso de Jerome Powell era la incertidumbre de verlo actuar. De escucharlo y conocer sus capacidades y planes de política monetaria.
A Powell le llaman Yellen 2.0 y, por lo que le escuchamos ante los legisladores de su país, esa es una referencia acertada.
El presidente de la Fed parece prudente en el manejo de las tasas, no parece estar del lado de los que han encendido los focos de alerta por un posible calentamiento económico, derivado de los incentivos fiscales promovidos por el gobierno de la Casa Blanca.
Desde su perspectiva, hay razones para elevar el costo del dinero pero de una forma gradual, en compañía de una mejora económica y de un incremento inflacionario hacia la meta que tiene el propio banco central estadounidense, de 2% anual.
Está claro, pues, que ha cambiado la dinámica de la política monetaria de Estados Unidos. Ahora sí hay que esperar que vengan incrementos el resto del año en compañía de una inflación que, esperan, se estabilice en torno a su meta.
No esperemos que los mercados bursátiles o las monedas emergentes armen una fiesta ante la confirmación de que va a subir el costo del dólar. Es justo lo que no quieren escuchar, aunque el anuncio de gradualidad debe relajar los ánimos.
Esa gradualidad prometida en el incremento de las tasas de interés que ahora repite Powell, tal como lo ofrecía Yellen, dependerá por supuesto de que no haya indicios de un sobrecalentamiento económico.
En la línea delgada que plantean los niveles de pleno empleo, hay especial atención al crecimiento de los ingresos y del consumo, que son determinantes inflacionarios directos.
Si hay señales de calentamiento, esa tranquilidad que mostró Powell de conducir un regreso hacia la neutralidad monetaria podría cambiar por una reacción más severa de control inflacionario a través del costo del dinero.
Jerome Powell ya pasó la primera prueba de presentarse en sociedad y no parece tener problemas de aceptación por su parecido con la forma de proceder de Yellen; lo que viene es saber cómo lidiará con una economía que crece pero que repentinamente se puede sobrecalentar.