La fotografía de la inflación al cierre del 2017 no es fea, es espantosa. Es de preocupación ver cómo uno de los indicadores que había logrado más estabilidad se descompone hasta este nivel de 6.77% al cierre de diciembre del año pasado. Si la historia inflacionaria del país nos sirve ahora para algo, que sea … Continued
La fotografía de la inflación al cierre del 2017 no es fea, es espantosa. Es de preocupación ver cómo uno de los indicadores que había logrado más estabilidad se descompone hasta este nivel de 6.77% al cierre de diciembre del año pasado.
Si la historia inflacionaria del país nos sirve ahora para algo, que sea para consolarnos de que no estamos en aquellos niveles de alza en los precios que alcanzaban en su medición general dos y hasta tres dígitos. Y de eso no ha pasado tanto tiempo.
Pero sí hay que tener claro que una inflación de casi 7% ha aniquilado prácticamente cualquier incremento salarial logrado durante el año pasado e invita a querer competir contra los precios en la exigencia de mejores ingresos.
Todas las mediciones inflacionarias del año pasado están fuera de las expectativas. Por supuesto, los precios más volátiles, que son causantes en buena medida del comportamiento inflacionario de este año, estuvieron totalmente fuera de cauce durante el año pasado.
La inflación no subyacente, aquella que incluye los productos más volátiles como los combustibles y los alimentos, tuvo un incremento de 12.62 por ciento. Con registros de escándalo como 19% en frutas y verduras y 18% en energéticos. Todos, golpes directos al poder de compra de productos básicos.
Pero tampoco es tan buena noticia que la inflación central, la llamada inflación subyacente, esté fuera de la meta que tiene el Banco de México. Ese registro anualizado de 4.87% puede ser el más difícil de remontar en las quincenas por venir.
Es en la inflación central donde se puede notar un poco más del contagio pesimista de que los precios podrían no bajar tan fácilmente y por lo tanto se produzcan aumentos de precios por esas razones subjetivas.
La inflación al cierre de un año tiene la característica de quedar plasmada como una fotografía del desempeño de esos 12 meses completos, aunque en realidad entre el 31 de diciembre y el 1 de enero lo único que hay en términos de precios es un cambio de quincena.
Pero esa imagen de terror de registrar 6.77% de inflación durante el 2017 será una que nos habrá de acompañar durante mucho tiempo, sobre todo ahora que además tendrá un amplio uso electoral en aquellas comparaciones sexenales de los resultados económicos.
Por eso es que con el propósito de evitar que este terrible impuesto que es la inflación nos afecte de manera más extendida durante este año, será vital que el Banco de México le saque provecho a las siguientes mediciones inflacionarias que vienen.
La primera y la segunda quincena de enero habrán de registrar un mucho mejor dato inflacionario simplemente por la comparación estadística con el terrible mes de enero del 2017. Así que deberán cacarear a los cuatro vientos esos resultados.
No lo deberán hacer con algún fin electoral, sino por la urgente necesidad de que los agentes económicos compren el hecho de que sí es posible regresar la inflación al cauce de la meta oficial de 3% antes de que esos precios centrales, esa inflación subyacente se sigan afectando por una expectativa negativa.