Cuando la gente deja de creer actúa en consecuencia y recorta gastos, pospone decisiones financieras importantes y eso acaba por minar el capital social y la cohesión de una nación
En México lo vemos cada mañana, desde el poder el mensaje es que se gobierna para una facción y quien no piense igual es un opositor moralmente derrotado.
Sin embargo, aun dentro de esta realidad no ha llegado la retórica al nivel de expresar odio a los oponentes y querer lo peor para ellos, como sí lo ha expresado el Presidente de Estados Unidos.
Generar desde el poder presidencial división con fines electorales es grave, pero no tiene nada que ver con expresar ese rencor de quien, entre otras cosas, tiene acceso al botón nuclear.
Donald Trump se ha vuelto impredecible y eso es negativo en cualquier contexto, pero específicamente en términos económicos solo abona a generar incertidumbre.
Eso se nota en la percepción de los estadounidenses que se mide en las encuestas, como una de The Wall Street Journal que deja ver que 70% de los encuestados creen que hoy “El sueño americano” ya no representa la máxima de su país.
Solo 25% cree que tienen una buena posibilidad de mejorar sus niveles de vida, contra 75% que ven difícil que las siguientes generaciones tengan una mejor calidad de vida.
Y si bien 90% de los demócratas muestran en este ejercicio estadístico un pesimismo respecto a la situación económica de su país, es 55% de los que se confiesan republicanos que también no ven bien las condiciones actuales de su economía.
Una encuesta de US Bank, publicada esta semana, muestra cómo se cruzan factores estructurales con el momento político actual y la combinación es francamente pesimista.
De los encuestados por ese grupo financiero, 81% estima que hoy es más difícil retirarse comparado con la oportunidad que tuvieron sus padres, y por grupos de edades, los millennials y su 87% de respuestas negativas no están lejos de la generación X, próxima a retirarse, y su 84% de percepción negativa.
De todas las generaciones, 77% cree que el ambiente económico actual influye negativamente en sus expectativas de retiro.
Esa visión más negativa del largo plazo tiene una razón de ser en el día a día de los estadounidenses, de acuerdo con datos de Moody’s la clase trabajadora tiene que enfrentar los incrementos en los precios de los alimentos y los costos de la vivienda con el uso de sus ahorros, con más deudas y con recortes a gastos no esenciales.
La clase media también se ha vuelto más selectiva en sus gastos y solo los sectores de altos ingresos mantienen sus tasas de consumo casi intactas.
La economía de ese país se mueve con dólares, pero el motor invisible es la confianza que se ha deteriorado en medio de la polarización presidencial.
Hay una desconexión entre los datos macroeconómicos y el sentimiento popular que no solo llega a cancelar las posibilidades de alcanzar el sueño americano, sino que siente que ya no llegan hasta el siguiente día de pago.
Cuando la gente deja de creer actúa en consecuencia y recorta gastos, pospone decisiones financieras importantes y eso acaba por minar el capital social y la cohesión de una nación.
Ese expreso odio a los opositores no solo afecta la confianza demócrata, hace impredecible la vida de todos los agentes económicos.
Cuando la gente deja de creer actúa en consecuencia y recorta gastos, pospone decisiones financieras importantes y eso acaba por minar el capital social y la cohesión de una nación.
