Las firmas calificadoras son como los semáforos, pueden indicar si es prudente pasar o no, con todo y su luz amarilla de advertencia, pero la decisión de seguir es del conductor. Y lo que sucede en México es que muchos inversionistas han decidido, aunque el semáforo de las recomendaciones crediticias se mantiene en verde, con … Continued
Las firmas calificadoras son como los semáforos, pueden indicar si es prudente pasar o no, con todo y su luz amarilla de advertencia, pero la decisión de seguir es del conductor.
Y lo que sucede en México es que muchos inversionistas han decidido, aunque el semáforo de las recomendaciones crediticias se mantiene en verde, con el grado de inversión, tomar la advertencia de una luz amarilla, y muchos de plano han hecho alto total en la dirección de recursos a instrumentos mexicanos.
La pandemia alejó a los capitales de los mercados emergentes y los refugió en las trincheras habituales. Basta con ver el precio del oro para entender eso. Pero, particularmente México se convirtió en un mercado de salidas masivas de capitales.
El Fondo Monetario Internacional calcula una salida de capitales extranjeros de valores gubernamentales mexicanos superior a los 15,000 millones de dólares entre febrero y julio de este año.
Lo que hizo de México, de acuerdo con cálculos de los expertos, el segundo lugar del que más capitales estadounidenses salieron en el primer semestre, sólo detrás del paraíso fiscal de Gran Caimán.
Las firmas calificadoras tienen sus razones para llevar su propio ritmo de degradación. Ya en el pasado los mercados se adelantaron a estas firmas en su decisión de descalificar un destino de inversión, como sucedió con la crisis subprime de finales de la primera década del siglo.
Ya en este momento, muchos operadores aplicaron de facto una degradación crediticia al mercado mexicano. Nur Cristiani, directora del departamento de Análisis de Renta Variable y Estrategia para México de JP Morgan, consideró que este país solía ser un refugio por ser el más desarrollado de los emergentes, pero eso ya no es así.
Y JP Morgan le pone todas las letras a esta degradación de facto: por las condiciones económicas y políticas, México se ha vuelto un mercado emergente más.
Si algo requieren los países para poder salir de esta crisis económica global son motores. Estados Unidos tiene el monopolio de la fábrica de dólares, China tiene ese enorme imperio manufacturero, los árabes tienen el petróleo. Y muchos países tienen la ventaja de haber aplicado planes de ayuda para sus ciudadanos y evitaron una caída como la mexicana.
Y México, que tenía este estatus de ser un país emergente confiable para la inversión financiera y directa, ha perdido esa categoría ante la pérdida de la confianza, derivada a la conducción gubernamental.
Así que, en un mundo de recursos hoy más escasos, de temores globales por la pandemia y de una aberración de la 4T a los capitales privados, hacen que México en la práctica tenga ya el comportamiento de un mercado degradado en su calificación como destino de inversión.
Cuando llegue la degradación crediticia de las firmas famosas que a eso se dedican, podrá ser una sorpresa para la opinión pública, un motivo de enojo para la 4T y materia prima para la descalificación en la mañanera.
Pero para los mercados no habrá sorpresa. México se ha trazado un camino en sentido contrario de ser un destacado mercado emergente y así lo habrá de pagar