Es difícil precisar para un no especialista cuántos santos hay en la Iglesia católica. La cifra no es accesible con certeza en ninguna fuente de fácil consulta, la que he encontrado dice que puede haber 10 mil santos católicos, uno por cada 100 mil creyentes. http://bit.ly/1QcArSX En las últimas décadas, el Vaticano ha vivido una … Continued
Es difícil precisar para un no especialista cuántos santos hay en la Iglesia católica. La cifra no es accesible con certeza en ninguna fuente de fácil consulta, la que he encontrado dice que puede haber 10 mil santos católicos, uno por cada 100 mil creyentes. http://bit.ly/1QcArSX
En las últimas décadas, el Vaticano ha vivido una especie de carrera de los santos. Juan Pablo II otorgó 483 santificaciones, más que todos sus antecesores en medio siglo, entre ellos la de 117 mártires vietnamitas, reconocidos en 1988.
El papa Francisco ha dejado atrás esa cifra con solo un golpe de mano, al santificar a los 813 ciudadanos de Otranto que, en el año 1480, rehusaron convertirse al islam, y fueron decapitados por ello.
A las santificaciones les conviene la distancia histórica, el velo del remoto pasado, entre otras cosas porque los santos deben cumplir con dos requisitos complicados después de muertos.
Primero, ser beatificados por su fama de santidad, por sus virtudes heroicas o por su proceso de martirio.
Segundo, haber producido un milagro, que ha ser médico o físico, no moral. En ambos casos debe tratarse de un hecho inexplicable para la ciencia.
El milagro de los mártires de Otranto fue la cura, en 1981, del cáncer de ovarios de la hermana Francisca Levote. Fue un milagro médico sujeto a sospecha, pues los doctores dijeron después que la religiosa había sido sometida con éxito a quimioterapias y radioterapias.
Un milagro no médico ocurrió en Badajoz, el 25 de enero de 1949, donde, por intercesión de San Juan Macías, tres tazas de arroz dieron para compartir bastantes ollas de arroz hervido, como pudo atestiguarlo todo el pueblo. (http://es.catholic.net/op/articulos/24010/el-proceso-de-beatificacin-y-canonizacin.html).
José Sánchez del Río, Joselito, fue beatificado por su “proceso de martirio”. El milagro que lo hizo nuevo santo mexicano es la cura inexplicable, en 2008, de la niña Paulina Gálvez Ávila, bebé de 4 meses diagnosticada con daños cerebrales irreversibles, que regresó de esa condición a la normalidad luego de los rezos hechos por sus padres al ya entonces beato Joselito.
Los hechos, supuestamente sucedidos en un hospital de Aguascalientes, no han sido desmentidos por ninguna instancia médica. No los puede confirmar ni desmentir esta columna.
hector.aguilarcamin@milenio.com