El norte es un territorio en proceso de conquista electoral para el presidente y su partido. El trato especial que ha recibido esta zona del país parece apuntar en esa dirección
Puede el actual presidente desayunar, en pleno día laboral, con su candidato al gobierno de Baja California, justo antes de ir a registrarse para la contienda y no pasa nada. Este claro acto proselitista es obviado porque López Obrador dice que fue un desayuno de amigos.
El ejemplo es ya un lugar común. ¿Qué habría pasado si el presidente que desayunaba con el candidato a gobernador de su partido dos meses antes de las elecciones hubiera sido del PRI o del PAN?
Pero como se trata de Andrés Manuel López Obrador, quien goza de un grueso caparazón, no pasa nada. Por lo tanto, puede influir en el terreno electoral sin consecuencias.
El norte es un territorio en proceso de conquista electoral para el presidente y su partido. El trato especial que ha recibido esta zona del país parece apuntar en la dirección de conseguir esa gracia ciudadana.
Sin embargo, no todo ha salido como el presidente quisiera. De entrada, el episodio del asalto sindical a las maquiladoras de Matamoros generó incertidumbre en toda la franja industrial fronteriza. Sobre todo, porque quedó claro que se trató de una disputa por el poder de representación de los trabajadores de los nuevos grupos afines al gobierno federal.
Hace unos días que estuvo en San Luis Río Colorado, Sonora, el presidente López Obrador se llevó otro revés, de esos que tanto le pueden, cuando los ciudadanos lo desmintieron cuando presumía una baja en el precio de las gasolinas.
Pero hay otras maneras de hacer campaña, de quedar bien con ciertos grupos numerosos y sin importar si hay un daño económico, ecológico y hasta de seguridad.
El presidente López Obrador podría revivir los días oscuros de la importación masiva de los llamados autos chocolate.
El mercado negro de los autos desechados en Estados Unidos goza de cabal salud, el punto es que su regularización es un trámite dificultado, por todo lo que implica que estas unidades, habitualmente viejas, inseguras y contaminantes circulen con libertad en territorio nacional.
Es muy fácil justificar en un escenario de lucha de clases que esa es una forma de que las personas con menos recursos puedan acceder a un automóvil. Porque es más difícil explicar los efectos económicos de una medida tan negativa.
Además, si de lo que se trata es de conquistar mayorías en la zona norte del país, este es un dulce envenenado muy atractivo.
De hecho, cada vez que se acercan tiempos electorales este tema vuelve a cobrar fuerza, porque detrás de la industria de los autos importados de manera ilegal hay intereses muy poderosos que lucran con el deseo social de acceder a un vehículo. Fue de hecho un asunto presente en la pasada campaña presidencial.
Por lo pronto, tanto la Secretaría de Hacienda como la Secretaría de Seguridad ya trabajan, por órdenes presidenciales, en un plan de regularización de los autos chocolates. Que, si todo se mueve por los tiempos obvios, deberá quedar listo, presentado y promovido antes del 2 de junio.
Ese día, el amigo del presidente Jaime Bonilla enfrenta la elección de gobernador en el estratégico estado de Baja California. Así que una coincidencia así podría darse sin problemas.