Tres meses después de la fuga de Joaquín Guzmán Loera, lo único contundente que ha llegado a la opinión pública sobre lo que pasó ese día es un video filtrado y difundido ilegalmente. ¿Por qué han pasado tres meses y la autoridad no ha podido ofrecer un relato cabal de lo sucedido? Yo diría que … Continued
Tres meses después de la fuga de Joaquín Guzmán Loera, lo único contundente que ha llegado a la opinión pública sobre lo que pasó ese día es un video filtrado y difundido ilegalmente.
¿Por qué han pasado tres meses y la autoridad no ha podido ofrecer un relato cabal de lo sucedido?
Yo diría que porque la investigación de lo sucedido está en manos de los responsables de lo que sucedió. Todos ellos, en distintas proporciones han procedido durante estos meses a cuidarse, a encauzar el río de la responsabilidad hacia otros, no a restablecer los hechos y las responsabilidades.
Recordé una película italiana de los años 70, Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha. Es la historia de un jefe de policía que mata a su amante en un rapto pasional, abandona la escena del crimen y luego vuelve a ella en calidad de responsable de la investigación.
El inspector no se cuida mucho de borrar sus huellas. En realidad, se encarga de dejarlas. Quiere dejar claro, para sí mismo y para el espectador, que aun si todos los indicios lo incriminan, nadie se atreverá a concluir que él es el homicida.
Una falla institucional del tamaño de la fuga de Guzmán Loera debió tener desde su inicio consecuencias de tamaño equivalente a la avería. Hablamos de un personaje cuyas guerras por rutas y plazas del narcotráfico produjeron en los últimos años tanto como 40 mil muertos, según el cálculo del antiguo responsable del Cisen, Guillermo Valdés, autor de un libro indispensable sobre el tema: Historia del narcotráfico en México.
Durante este gobierno, el uso de un helicóptero oficial para viajes privados determinó el cese de un director general. Los desplantes de una hija en un restorán determinaron el cese de un procurador del consumidor.
La fuga de Guzmán Loera no ha tenido consecuencias políticas parecidas. Regresa ahora como el gigantesco escándalo que es, tres meses después de que los responsables dan vueltas en círculo tratando de culpar a otros.
La película que actúan podría llamarse: Investigación sobre unos funcionarios libres de toda responsabilidad.
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