La inflación de la primera quincena de enero de este año no fue todavía lo suficientemente baja como para poder apostar a que esté en el camino de regreso a la meta de 3 por ciento. A los precios quincenales se le notan los lastres que carga por el constante aumento de precios durante el … Continued
La inflación de la primera quincena de enero de este año no fue todavía lo suficientemente baja como para poder apostar a que esté en el camino de regreso a la meta de 3 por ciento.
A los precios quincenales se le notan los lastres que carga por el constante aumento de precios durante el año pasado. Sin embargo, la esperada fotografía de la inflación anualizada no decepcionó al sentido común y resultó estadísticamente más baja que al cierre del año.
Siempre se verá mejor presumir que la inflación bajó de 6.77 a 5.51% en términos anuales, que meterse a los detalles, donde está el demonio.
No es despreciable el hecho de que el acumulado anualizado de la inflación está de vuelta por debajo de 6% y que eso aumenta la credibilidad del banco central de poder recomponer la inflación hasta los niveles esperados. Pero justamente es la autoridad monetaria la que menos se puede dormir en sus laureles con este dato.
Sirve para los titulares asegurar que ya se borró el efecto del gasolinazo en la inflación. No vale desconfiar de la calidad de la información, porque no hay mano negra, simplemente una comparación con datos más favorables.
Ahora, si comparamos la inflación anualizada de enero de este año contra ese mismo parámetro durante la primera quincena de enero del 2017, tenemos un registro más alto. El 5.51% de este año es mucho más que 4.78% de hace un año. Pero han pasado tantas cosas en estos 12 meses que ese es un cotejo ocioso.
Lo que sí merece más la pena es comparar cuánto subieron ciertos precios durante la primera quincena de diciembre pasado contra los aumentos de la quincena pasada. Ahí sí tenemos focos amarillos sobre todo en la inflación subyacente, esa que no se mueve por temporadas.
Las mercancías, por ejemplo, subieron 0.27% durante la primera quincena de diciembre pasado, contra 0.42% de la primera quincena de enero de este año. Los alimentos aumentaron también el doble en enero contra diciembre y sólo los servicios tuvieron un registro negativo en este enero, pero ahí a pesar de ser parte de una inflación central, también influye la temporalidad.
En el apartado de la inflación volátil hay que ver que los precios de los energéticos tuvieron un registro quincenal durante el inicio de este año de 1.68% contra 0.44% de la primera quincena de diciembre pasado.
No tiene el tono del gasolinazo y su brutal 12.66% de la primera quincena de enero del 2017, pero tampoco es tan bajito el aumento.
De ahí que con el respiro estadístico de tener una inflación anualizada sustancialmente más baja, el Banco de México debe refrendar su intolerancia con una inflación fuera de su meta de 3%, más menos 1 por ciento.
Si hay condescendencia del banco central con la inflación anualizada y no mueve su política monetaria, podría tardar más tiempo el regreso a la meta. Pero si al menos refuerza su discurso, e incluso sube el costo del dinero, podría ser el mensaje definitivo de que al banco central lo que le importa es disminuir esa presión.