Con Donald Trump todo es un misterio. Es imposible saber cuál es su proceso de razonamiento para escribir un tuit que provoque el caos y más tarde en su discurso decir exactamente lo contrario. Pero es posible imaginar que el cambio de tono que tuvo respecto a México en un par de días tiene que … Continued
Con Donald Trump todo es un misterio. Es imposible saber cuál es su proceso de razonamiento para escribir un tuit que provoque el caos y más tarde en su discurso decir exactamente lo contrario.
Pero es posible imaginar que el cambio de tono que tuvo respecto a México en un par de días tiene que ver con la labor de cabildeo que hizo México con su yerno, Jared Kushner.
Apenas el fin de semana pasado revelaba sus insultos al presidente Enrique Peña Nieto ante la contundencia del mandatario mexicano de no pagar por el muro. Pero este martes pasó del “are you crazy?” al discurso de estar cerca de un arreglo con México en materia comercial y de enaltecimiento al papel del presidente Peña Nieto.
Imposible entender los procesos de toma de decisiones del presidente de Estados Unidos y de su gobierno.
Pero esta volátil actitud nos ha hecho pensar que el único obstáculo que tiene México para la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), con sus respectivos cambios de modernización, viene de Estados Unidos.
Y si bien hay un buen ánimo de la parte mexicana, no hay unanimidad.
Con toda la experiencia que tienen negociando tratados comerciales, los funcionarios mexicanos saben muy bien mantener en sigilo las pláticas con sus contrapartes extranjeras, pero también con los sectores mexicanos involucrados.
Es obvio que para poder llegar a una conclusión positiva de la renegociación del TLCAN habrá sectores donde se tendrá que ceder. Eso es inevitable.
Y uno de los más sensibles, más visibles y donde necesariamente se tendrá que dejar algún triunfo presumible para Donald Trump es el sector automotriz.
Esto ya dejó ver una fisura en la parte mexicana entre las autoridades de la Secretaría de Comercio y los representantes de la industria automotriz en México.
Esta discrepancia interna fue una de las razones para postergar la renegociación de este sector durante la séptima ronda en la Ciudad de México. Las delegaciones de Canadá y Estados Unidos optaron por dar tiempo a gobierno e industria mexicanos para que se pusieran de acuerdo respecto a una contrapropuesta en materia de reglas de origen para este sector.
Y hasta el momento no hay una postura común, con el agravante de que ambas partes ya empiezan a ventilar sus diferencias.
Eduardo Solís, presidente de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, ha negado que exista una contrapropuesta en materia de reglas de origen, ante el planteamiento estadounidense de elevar a 85% el contenido regional.
Insiste en que no hace falta meterse con este tema y que en todo caso se pondrían nuevas reglas para la siguiente generación de vehículos eléctricos y autónomos.
Pero el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, le paró los carros al representante industrial y le dijo literal que, con todo respeto y aprecio a su amigo Eduardo Solís, van a trabajar en una nueva regla de origen regional para ese sector, punto.
“De que la regla de origen regional va a cambiar, va a cambiar”. ¿Así o más claro el desencuentro hacia dentro?
El costo de oportunidad de las autoridades mexicanas de ser intransigentes en el sector automotriz es perder todo el acuerdo, y es un hecho que no van a asumir ese costo.