El anuncio fue como el de una graciosa concesión: no subirán los precios de las gasolinas a partir del 1 de diciembre. Fue una noticia que claramente se buscó divulgar ampliamente en un afán de conseguir algún aplauso, uno de esos que tiene tiempo que el gobierno federal no cosecha. Lo que no se dice … Continued
El anuncio fue como el de una graciosa concesión: no subirán los precios de las gasolinas a partir del 1 de diciembre.
Fue una noticia que claramente se buscó divulgar ampliamente en un afán de conseguir algún aplauso, uno de esos que tiene tiempo que el gobierno federal no cosecha.
Lo que no se dice con la misma amplitud es que los precios de las gasolinas no subirán a partir del jueves por la sencilla razón de que ya alcanzaron el nivel máximo que permitió el Congreso para que aumentaran este año.
Las gasolinas han subido porque el petróleo ha tenido alguna recuperación en su precio. Pero sobre todo porque esos combustibles se cotizan en dólares y los dólares están muy caros.
En el esquema híbrido, o de libre mercado muy acotado, que está vigente este año, hay alguien que no pierde a diferencia de otros años y ese es el fisco.
La Secretaría de Hacienda tuvo una jugada maestra en beneficio de sus ingresos y ahora ese altísimo impuesto especial que se cobra a las gasolinas es fijo. No importa si el precio sube o baja, el Servicio de Administración Tributaria cobra el IEPS y el IVA, que implican más de la mitad del precio al consumidor.
Este impuesto especial es uno de los más altos del mundo. Hay, evidentemente, naciones que tienen cargas impositivas mayores, algunos emergentes, otros mercados maduros, pero si nos medimos con el principal mercado con el que tenemos relación, el de Estados Unidos, los impuestos en México a las gasolinas son muy altos.
Entonces, si el automovilista vio topado el incremento en 3% y el fisco cobra puntualmente una cantidad fija, ¿quién pierde?
Por ahora, Pemex mantiene hasta este momento el monopolio de la cadena de las gasolinas y si tiene que pagar una cantidad mayor por la importación o incluso por la pobre producción local, y tiene que venderlo más barato, por el tope al precio, implica una raya más al tigre al complicado panorama financiero de la petrolera.
Por eso, el festín de los precios sin cambio de diciembre habrá de contrastar con la suerte de los precios de las gasolinas a partir del 1 de enero cuando la expectativa, no aclarada del todo, es que se inicie la liberación de los precios de estos combustibles.
No hay claridad de cuáles serán las primeras plazas del país donde se liberará el precio, se habla del norte pero es una generalidad perversa. No hay ni siquiera una fecha específica para iniciar la liberación del mercado de esos combustibles.
Tiene la Comisión Reguladora de Energía que determinar plazos y plazas para esta liberación que pinta para ser compleja, entre otras cosas, por la comodidad de Hacienda y su impuesto especial alto y fijo.
Hay cálculos matemáticos que hablan de un aumento de entre 7 y 10% en los precios para el inicio del próximo año. Pero se hace con base en variables como el precio internacional, el monto de los impuestos y el tipo de cambio. La realidad es que la variable política resulta imponderable para saber cuáles serán los múltiples precios que habrán de tener las gasolinas dentro de un mes.