Como se ve el panorama, seguiremos sufriendo huracanes y lluvias atípicas sin que México esté verdaderamente preparado para enfrentarlas.
LIC. LÁZARO CÁRDENAS BATEL,
OFICINA DE LA PRESIDENCIA:
+Crisis: cambio profundo de
consecuencias importantes.
Diccionario de la Real Academia
El fin de semana fue de claroscuros para la presidenta Claudia Sheinbaum.
Del lado positivo, tuvo el tino de recorrer las zonas afectadas, cosa que no hacía su antecesor por alguna extraña razón, él que tanto presumía su cercanía con el pueblo. Del lado negativo tenemos varios hechos.
Empecemos por que, durante su recorrido por Poza Rica, Veracruz, los habitantes se mostraron desesperados e irritados, no solo por las inundaciones, sino por la falta de alertas para por lo menos tomar el mínimo de medidas. Al no dejarla hablar, la presidenta les insistió diciendo “escúchenme, escúchenme” y cometió un grave error: gesticuló poniendo su dedo en la boca para pedir que se callaran. Y como esto tampoco surtió efecto, les soltó: “Bueno, ya me voy”.
En cualquier manual de crisis una de las primeras reglas es manifestar empatía con los afectados y demostrar temple para manejar sus reclamos. Me queda claro que la mandataria quería comunicar a los habitantes que la ayuda estaba por llegar y nadie quedaría fuera; pero su lenguaje dijo algo muy distinto, máxime con esa frase final. Caray, don Lázaro, no digo que haya sido un episodio fácil, pero lo que la presidenta demostró es tener una mecha muy corta.
En la mañanera del lunes, doña Claudia afirmó que “no había ninguna condición científica o meteorológica que pudiera indicarnos que iba a tener esta intensidad. (…) Se hicieron alertamientos un día antes en distintos municipios, pero difícilmente se podía haber tenido conocimiento con mucho tiempo de anticipación, diferente a como ocurre con los ciclones o los huracanes”. Sí y no.
Tal vez el pronóstico no pueda ser tan preciso como en el caso de los huracanes, pero había una tormenta tropical Priscila estaba en Baja California y la tormenta Octavio se ubicó en el Golfo de Tehuantepec; a lo anterior se sumó un frente frío y una baja presión en Veracruz que se convirtió en el huracán Raymond. Es altamente probable que este último fenómeno sí haya sido detectado durante su formación por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
Cabe la pregunta si de verdad no pudieron pronosticar que la combinación de los cuatro fenómenos no iba a desencadenar las copiosas lluvias que dominaron al país. No sería la primera vez que tales meteoros se combinaran; Enrique Peña Nieto lo vivió durante su primer mandato, la noche del 15 de septiembre. Pero bueno, esa pregunta ya la responderán los meteorólogos del SMN.
El caso es que tenemos un montón de municipios seriamente afectados en Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Hidalgo y Querétaro; en todos ellos hay caminos cerrados y casas arrasadas, así como 64 fallecidos y 65 no localizadas. Mucha gente se pregunta qué va a pasar con los damnificados si ya no existe el Fondo Nacional para la Atención a los Desastres Naturales (Fonden).
Al respecto, permítame recordar que en octubre de 2020 se extinguió el Fonden, bajo dos argumentos. El primero, la consabida corrupción y malos manejos, sin que a la fecha se haya procesado a ningún funcionario por tales delitos. El segundo, que el Fondo estaba endeudado con 13 mil millones de pesos tras atender a las poblaciones afectadas por los huracanes y el sismo de 2017; bueno eso es lo que dijo el entonces secretario de Hacienda, Arturo Herrera.
Lo que el doctor Herrera no aclaró es que el presupuesto para el Fondo se había reducido drásticamente, pues en 2018 tenía un gasto autorizado por 41 mil millones de pesos y para 2019 la administración lopezobradorista solo le dejó un 33%, siendo que los desastres cada vez son mayores y más frecuentes dado el cambio climático. La doctora Sheinbaum afirmó que aun cuando no exista el Fonden, sí hay una partida presupuestal que se podrá aplicar en la ayuda a damnificados y reconstrucciones. Me pregunto dónde está dicha partida y si va a alcanzar, dado lo secas que andan las finanzas públicas; a menos que se haga un recorte presupuestal a las dependencias federales.
La otra vertiente de estos desastres se relaciona con el cambio climático (CC). Desde 2022, los compromisos de México para combatirlo suponen la reducción de un 35% de emisión de gases de efecto invernadero para 2030 y que 43% de la energía eléctrica sea producida por fuentes limpias, así como “fortalecer la capacidad adaptativa para proteger las comunidades vulnerables”.
No hay manera de comprobar cómo vamos, porque desde que Semarnat medio absorbió al Instituto Nacional de Ecología, el sistema de información pública se suspendió. Más aún, don Lázaro, un acuerdo presidencial emitido en 2022 eximió a varias obras de infraestructura de la medición de impacto ambiental, lo cual pone en duda el compromiso de la 4T con una agenda verde.
Como se ve el panorama, seguiremos sufriendo huracanes y lluvias atípicas sin que México esté verdaderamente preparado para enfrentarlas.
