Lo que era un chiste del viejo priismo, hoy se convierte en una realidad, en una muestra más de autoritarismo: ¿Qué hora es? La que usted diga, señor Presidente
Si este régimen cree que hay un horario de Dios, no podríamos estar lejos de que la 4T derogue el sistema métrico decimal para retomar los gomers, los codos y las geras que eran las medidas descritas en el Antiguo Testamento.
No hay ningún resbalón en las declaraciones del secretario de Salud, Jorge Alcocer, con aquella referencia a que el horario de invierno es el horario de Dios. Es parte de una estrategia propagandística del régimen para el empleo de alegorías religiosas que ayuden de paso al presidente Andrés Manuel López Obrador a sacudirse del problema que se autogeneró con el ataque a las iglesias.
Destruir el Horario de Verano es una vendetta personal de López Obrador después de que como jefe de Gobierno del Distrito Federal perdió esa partida frente al presidente Vicente Fox. Algo que se guardó y que hoy desde su omnipotencia política se cobra.
El agregado divino del médico Alcocer es parte del alimento discursivo para provocar lo que hoy vemos indignación y descalificación entre los que entienden el disparate. Pero, sobre todo, para reforzar el pensamiento dogmático de sus bases.
Los husos horarios fueron establecidos en la Conferencia Internacional de Meridianos de 1884, con la idea de un matemático italiano de dividir el globo terráqueo en 24 días longitudinales y fue hasta finales de la década de los años 20 del siglo pasado cuando finalmente se estandarizaron en el mundo. Aquí no estuvo presente la mano de Dios.
La retahíla de calamidades que argumenta la 4T como daños humanos de ajustar el reloj dos veces al año y que pasan por infartos, obesidad y depresión, no son sino explicaciones baratas para sostener una decisión unipersonal tomada hace muchas décadas. Un piloto de avión habría muerto tras su primer viaje trasatlántico.
Y cuando fallan sus pretextos, la discusión pública siempre podrá derivar en que se trata del máximo líder de la 4T haciendo valer el horario de Dios. Punto.
La molestia de ajustar dos veces los relojes al año tiene que ver con la inclinación terrestre frente al sol de 23.5 grados, lo que provoca una luminosidad diferente en el invierno y en el verano.
El horario de verano fue intuitivo entre los mesopotámicos, que retrasaban su hora de ir a dormir para aprovechar la luz del sol. Su utilización legal data de los tiempos de la Primera Guerra Mundial y su estandarización permite coordinar actividades entre los países.
El capricho personal de López Obrador de quitar Horario de Verano en México no va a solucionar los problemas de salud nacional que sí causan la falta de medicinas, del Seguro Popular y de atención oportuna a enfermedades crónico-degenerativas. Y tampoco va a agradar a Dios.
Esta decisión es tan autoritaria como la que tomó el dictador venezolano Hugo Chávez en el 2007 cuando atrasó el reloj de esa nación sudamericana “media hora” porque así “socializaba” el horario. ¿Por qué lo hizo? Porque lo podía hacer, para mostrar su poder.
Lo único que harán los obedientes legisladores del régimen será causarle a México problemas de coordinación internacional, desfasar los horarios con los principales socios comerciales, de los vuelos al extranjero, hasta de la televisión.
Lo que era un chiste del viejo priismo, hoy se convierte en una realidad, en una muestra más de autoritarismo: ¿Qué hora es? La que usted diga, señor Presidente.