Otra vez, como en la víspera del mensaje de junio del 2019, hay nerviosismo sobre los alcances que puede tener la visión única y personalísima del Presidente y lo que puede costar a la relación comercial trilateral
Cuando el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump amenazaba a México con imponer aranceles si no pagaba el muro fronterizo, el país entero se paralizó porque el recién llegado presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador anunció que iría a Tijuana, Baja California y ahí, a unos cuantos metros de la línea fronteriza le pondría un alto al republicano.
Fue llamado el Acto de Defensa de la Dignidad Nacional y no eran pocos los que esperaban una ruptura con el gobierno de Estados Unidos. Hasta los mercados financieros reaccionaron nerviosos por aquellos días de la primavera del 2019 cuando parecía que estábamos ante un eventual distanciamiento con nuestro principal socio comercial.
Así llegó aquel 8 de junio de ese año y escuchamos las mismas clases de historia que suele dar López Obrador, las mismas referencias a Franklin Delano Roosevelt y los mismos ataques repetidos a los gobiernos anteriores.
Y cuando llegó la sustancia de tan esperado mensaje, agradeció mucho el trabajo de la delegación que acababa de regresar de Washington, DC, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard y anunciaba el reforzamiento de la vigilancia mexicana en la frontera con Estados Unidos.
Ese es el episodio que Donald Trump relató hace poco como el día en que dobló a López Obrador, algo que ratificó su yerno Jared Kushner, y que implicó el envío de miles de elementos de la Guardia Nacional a servir como el muro fronterizo, ese que Trump tanto quería que pagara México.
Este relato viene a cuento porque estamos convocados a otro discurso que también se anuncia con la misma estridencia para defender los principios, la soberanía, contra los traidores a la patria y para plantar cara frente a los reclamos de Estados Unidos y Canadá, en el marco del T-MEC, por las violaciones del gobierno mexicano del acuerdo comercial en materia de energía.
Otra vez, como en la víspera del mensaje de junio del 2019, hay nerviosismo sobre los alcances que puede tener la visión única y personalísima del Presidente y lo que puede costar a la relación comercial trilateral.
Cuando el 22 de julio pasado en Puerto Vallarta, López Obrador hizo el anuncio de la fecha y el tema del discurso del Día de la Independencia, los mercados tuvieron una pequeña reacción negativa. Sin embargo, ya con conocimiento de causa de los alcances y las limitaciones de la 4T, la realidad es que hoy todos esperan conocer el fondo del mensaje para entonces tener una reacción.
Tenemos la garantía de que el discurso presidencial estará lleno de las palabras de siempre, de referencias a la historia como él la concibe, de muchos ataques a todo aquel que no piense igual que él.
Pero la parte central del mensaje del 16 de septiembre divide opiniones entre los que creen que puede venir una radicalización de la 4T ante el reclamo, documentado y justificado, de las empresas de los países del norte. O bien, que use la tribuna para reeditar el relato fantástico del niño héroe que se envolvió en la bandera y con eso deleite a sus seguidores más fieles.
Todo, mientras en la mesa de negociaciones el gobierno de López Obrador reconsidera el maltrato a las empresas extranjeras y así evita un panel de solución de controversias que es predecible que no acabe bien para México. Ya veremos.
Un discurso más
El 22 de julio pasado en Puerto Vallarta, López Obrador hizo el anuncio de la fecha y el tema del discurso del Día de la Independencia.
Garantía
Tenemos la garantía de que el discurso presidencial estará lleno de las palabras de siempre, de referencias a la historia como él la concibe.
Divide opiniones
La parte central del mensaje divide opiniones entre los que creen que puede venir una radicalización de la 4T ante el reclamo de las empresas de los países del norte.