Vamos, fue un consenso nacional. Biden no necesitó chicanas legaloides de la Corte Suprema para lograr sus objetivos
Está claro que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya le bajó dos rayitas a los ataques a Estados Unidos por sus quejas sobre las violaciones al TMEC por la política energética de la 4T y eso parecería alejar la posibilidad de un “Mexit”.
El costo político, económico y social para México de un eventual rompimiento del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá sería tan alto que seguro está lejos de los planes del presidente López Obrador.
Y aunque podemos creer que todo es posible, sí es francamente difícil que el contenido central del discurso del 16 de septiembre sea un rompimiento, pero sí un alejamiento energético con el norte.
Hoy inician las reuniones de consulta solicitadas por Estados Unidos y Canadá para formular sus quejas en el marco del acuerdo trilateral.
Son reuniones entre abogados, que van más allá de los mensajes propagandísticos de López Obrador en su tribuna, que deberán arrojar una respuesta simple: se evita o no que haya paneles de solución de controversias por la discriminación de las empresas extranjeras en la industria energética de México.
Si bien es difícil que López Obrador se anime a sacar a México del pacto comercial, tampoco está tan fácil que acepte su responsabilidad de mantener un trato discriminatorio a los extranjeros y lo corrija. Así que habrá que ver si no acaba todo en la aplicación de cuotas compensatorias que resulten altamente onerosas para la economía mexicana.
Pero más allá del curso legal que tome esta disputa en el marco del T-MEC, lo cierto es que México cada vez se aleja más de Norteamérica, sobre todo en materia energética. Al final, esa es la base de la integración regional o de la separación entre México y cualquier país desarrollado.
Mientras en México el gobierno de López Obrador tuerce los caminos legales para privilegiar los monopolios energéticos estatales y el uso de combustibles fósiles, en Estados Unidos el presidente Joe Biden acaba de conseguir el triunfo político más importante de su administración con la aprobación de su plan antiinflacionario y de energías limpias.
Del tamaño de la obsesión nacionalista de López Obrador y sus monopolios contaminantes en Pemex y la CFE, de ese tamaño es la obcecación de Joe Biden por privilegiar las energías limpias.
Sólo que el Presidente estadounidense logró que demócratas y republicanos, de la Cámara de Representantes y del Senado, le aprobaran 370,000 millones de dólares para reducir los gases de efecto invernadero en 40% de aquí al 2030.
Vamos, fue un consenso nacional. Biden no necesitó chicanas legaloides de la Corte Suprema para lograr sus objetivos.
El problema de que López Obrador no entienda la dimensión de lo que implica la ruta que ha tomado Estados Unidos es que va a dejar a México fuera de ese camino y acabará por marginar al país hasta del acuerdo comercial.
Los proveedores industriales de Estados Unidos deberán cumplir con altas cuotas de producción con energías limpias que ni Pemex ni CFE serán capaces de proveer con las políticas de la 4T.
La separación será inevitable entre un país que apuesta a acelerar la transición hacia las energías limpias y otro que hace todo lo posible por regresar al mundo como era en 1960.