Y si le llegara a tocar un raspón a Carstens en la mañanera, seguro que es uno de los millones de cosas que le deben tener sin cuidado
Después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador se volvió a meter en los terrenos del Banco de México, muchos especialistas se dedicaron a tratar de explicar la razón por la cual subían las tasas de interés, cómo esto resultaba necesario en un escenario de alta inflación y cómo era lo mejor que por ahora podría hacer la Junta de Gobierno del Banxico.
Y todo porque al Presidente se le hizo fácil volver a boicotear una decisión de los banqueros centrales, justo cuando acababan de tomar una determinación histórica y muy visible de política monetaria.
Todavía no se le puede achacar un efecto negativo al nivel de tasas de interés en el desempeño económico mexicano.
Mucho más daño ha causado las políticas públicas para el mediocre crecimiento del Producto Interno Bruto de México, que la postura monetaria del Banxico para tratar de frenar las presiones inflacionarias.
No parecía pues el momento adecuado para atacar a la autoridad monetaria y menos denostar a sus integrantes, con aquello de que se creen científicos. Pero es esa descontrolada necesidad del líder de acapararlo todo, hasta lo que no entiende.
El lamentable silencio de los funcionarios del banco central se pudo compensar con una afortunada coincidencia: la presentación del informe anual del Banco Internacional de Pagos (BIS).
Más que el posicionamiento del llamado banco de bancos centrales, las palabras de su titular, la cercanía que tiene con México y su oportunidad de llenar un enorme hueco que existe en la comunicación del banco central mexicano.
Agustín Carstens, desde su posición tan relevante en un organismo internacional, pareció responder así a los cuestionamientos, sin mucho fundamento, del Presidente: los bancos centrales no tienen más opción que seguir elevando las tasas de interés para mitigar los riesgos inflacionarios.
Y dijo algo más que debería sonar con fuerza en el Banxico: los bancos centrales deben comunicar claramente y bien el objetivo final de llevar la inflación rápidamente a la meta.
La voz de Agustín Carstens llegó de manera oportuna en la discusión política mexicana, llegó a respaldar al banco central mexicano en un momento muy complejo, porque las presiones inflacionarias globales y locales tienen ese aderezo de una injerencia poco informada pero muy poderosa del Presidente.
Y si le llegara a tocar un raspón a Carstens en la mañanera, seguro que es uno de los millones de cosas que le deben tener sin cuidado.
Un elemento básico de una política monetaria exitosa es su credibilidad, es la forma de lograr consenso entre los agentes económicos para que avalen un pensamiento común de estabilidad donde no se pongan a competir precios y salarios, por ejemplo. Pero eso necesita voces fuertes que puedan disipar esos ruidos políticos.
Por ahora, la mañanera se giró hacia otro tema del que seguramente tampoco tiene mucho contexto, pero donde sí que tiene mayor influencia. Ahora el presidente López Obrador quiere que el Servicio de Administración Tributaria elimine el requisito de solicitar la constancia de situación fiscal.
Ya vio López Obrador esas largas filas de electores, de contribuyentes pues, muy molestos frente a las oficinas del SAT y ya decidió eliminar esa complicación. Pero, seguro, regresará a los terrenos del Banco de México.
Los argumentos del BIS
Sin opción
“Los bancos centrales no tienen más opción que seguir elevando las tasas de interés para mitigar los riesgos inflacionarios”, dijo Agustín Carstens, con lo que pareció responder así a los cuestionamientos sin mucho fundamento del Presidente.
Credibilidad
Un elemento básico de una política monetaria exitosa es su credibilidad, es la forma de lograr consenso entre los agentes económicos para que avalen un pensamiento común de estabilidad donde no se pongan a competir precios y salarios.
Aterrizaje suave
Se debe diseñar un aterrizaje suave luego de la decisión que han tomado los principales bancos central del mundo de elevar las tasas de interés, lo que el BIS consideró todo un reto ante las condiciones actuales.