A pesar de que se mantienen los cuestionamientos a las estrategias gubernamentales, cada vez son menos las sugerencias de rectificación
Cuando al presidente Andrés Manuel López Obrador se le ocurra la próxima semana en Washington sugerirle al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que desmantele la estatua de la Libertad si condenan a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, acusado de 18 delitos, entre ellos espionaje, seguro que el demócrata le podría preguntar al mexicano si él ya acabó de desmantelar las instituciones de México.
Es un hecho que la 4T lleva buen ritmo de demolición estructural, pero todavía está lejos de concretar la labor de “transformar” al país en un páramo donde sólo se escuche una voz.
Sobran los análisis y los estudios que muestran por qué México podría hoy tener otro nivel de desarrollo que le dieran, una vez más, la oportunidad a esta economía de trascender.
Se ha vuelto de sentido común ver cómo México tiene oportunidades que se van entre las manos por esa política retrógrada en la que insiste el actual régimen, a pesar de los evidentes malos resultados.
Hay demonios que ahí estaban cuando llegó la 4T como la violencia, la falta de respeto al Estado de derecho, la pobreza. Pero está claro que los problemas de México se han exacerbado y se han añadido otros más que parecían superados, como el desmantelamiento de las instituciones, la división de poderes, el respeto a las inversiones y la congruencia con el modelo de apertura económica.
El artículo de este pasado fin de semana en el Financial Times, titulado: “Por qué México está perdiendo la oportunidad de capitalizar la separación entre China y Estados Unidos”, es puntual al describir cómo se pierden las oportunidades para un país que tiene todo para triunfar.
Es lo mismo que han descrito otros medios, nacionales y extranjeros, expertos, empresarios, en fin, de otros sectores como el energético.
La oportunidad de incorporarse a la transición energética con éxito se pierde no sólo en las políticas retrógradas de privilegiar el petróleo y derivados con el monopolio del Estado, sino en imponer barreras, muchas ilegales, en contra de las empresas que buscan sacar provecho de las ventajas geográficas de este país.
A pesar de que se mantienen los cuestionamientos a las estrategias gubernamentales, cada vez son menos las sugerencias de rectificación. Ahora, lo que empieza a dominar es el análisis de la resiliencia.
En una carrera contra el tiempo, la pregunta es qué podría suceder con este país más allá del 2024, en el escenario constitucional de que López Obrador se retire al final de su mandato.
La competencia es entre la continuidad de las políticas actuales, en el escenario de un sucesor que replique sin cambios los mandatos de López Obrador, y la posibilidad de hacer modificaciones en las políticas públicas antes de que la estabilidad del país colapse.
No es, necesariamente, un asunto de cambio de siglas partidistas en el poder, puede ser una rectificación desde la misma estructura hacia un modelo de izquierda más moderna que sepa aprovechar las ventajas de la libre competencia con reglas estables y claras para los inversionistas, pero con programas sociales que puedan dar verdaderos beneficios a la población.