El incremento del INPC durante diciembre pasado fue de 0.38%, aumento prácticamente idéntico al observado en los meses similares del 2020 y 2021 y mucho menor a los registros de los meses de diciembre de la última década
La buena noticia es que la inflación general, medida a través del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), cerró el 2022 por debajo de ocho por ciento.
La mala, es que es el segundo año consecutivo que los aumentos en los precios reflejados en este indicador general terminan por arriba del siete por ciento.
Y la peor es que la inflación subyacente todavía no muestra ese punto de inflexión que permita ver que las presiones inflacionarias van claramente a la baja.
La noticia política es que en cuatro años de administración, el régimen de López Obrador está a punto de superar la inflación acumulada de cada uno de los tres sexenios anteriores. Algo que seguramente no le va a gustar mucho a López Obrador cuando lo comparen con sus antecesores.
Pero bueno, seguro que en materia económica no habrá muchos puntos favorables para este régimen y la inflación no será la excepción.
El incremento del INPC durante diciembre pasado fue de 0.38%, aumento prácticamente idéntico al observado en los meses similares del 2020 y 2021 y mucho menor a los registros de los meses de diciembre de la última década.
Esa fotografía parecería la de una inflación regularizada.
De hecho, muchos productos de precios más volátiles han mostrado un comportamiento más estable, el problema es que hay muchos agentes económicos que elevan sus precios como corrección o prevención por los efectos inflacionarios.
Por ejemplo, el aumento de los precios de frutas, verduras y otros productos agropecuarios se han moderado durante las últimas quincenas, pero al mismo tiempo el rubro de Loncherías, Fondas, Torterías y Taquerías no ha dejado de estar en los primeros lugares de los mayores incrementos quincenales.
Esta es la diferencia entre la inflación de los productos volátiles, como algunas frutas y verduras que se mueven por temporadas, y la inflación estructural de estos negocios que deciden aumentar sus precios para cubrirse de los aumentos en sus insumos.
Algo que poco ayuda a poder contagiar la idea de una inflación a la baja es el manejo controlado de los precios de los energéticos, en especial de las gasolinas.
Los precios de estos combustibles se mantienen en México casi en los mismos niveles históricos alcanzados tras el inicio de la invasión rusa a Ucrania.
Mientras en Estados Unidos los precios de la gasolina regular han bajado desde su punto máximo en marzo del año pasado a la fecha el equivalente a nueve pesos mexicanos, aquí en nuestro país apenas se paga un peso menos.
Con las prácticas monopólicas de Pemex y la enorme bota fiscal posada sobre los precios de las gasolinas difícilmente este importante precio de la economía mexicana contribuirá a una rápida baja de la inflación subyacente.
Toca al Banco de México, con sus expertos y sus técnicos, determinar si hay que seguir con la restricción monetaria para meter en cintura la formación de precios y por cuánto tiempo vale la pena mantener el dinero tan caro.
Porque, aunque no es labor del banco central, mantener tan altas las tasas de interés genera un freno al desempeño económico que también se antoja como un tema central durante este 2023.