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Por supuesto que sí es posible que se genere una crisis global derivada de un súbito incremento en el precio del petróleo. Pero sería una crisis diferente a la que se vivió hace exactamente 50 años cuando la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decretó un embargo mundial de crudo.

En el centro de aquella guerra comercial que se desató el 16 de octubre de 1973 estaba también el conflicto árabe-israelí. Arabia Saudita se vengaba de los países de Occidente que habían apoyado a Israel en la guerra de Yom Kippur cerrando la llave del petróleo.

Las características del actual momento de tensión en esa zona del mundo son diferentes, empezando porque Israel respondió a un ataque terrorista de un grupo extremista. Pero las condiciones económicas del mundo son diferentes a las que prevalecían hace 50 años.

Es pronto para saber si este actual conflicto pudiera extenderse al mundo árabe y generar una guerra de mayor envergadura, pero hasta ahora los precios del Brent del Mar del Norte, referente petrolero europeo, se han elevado 6% desde el día del atentado terrorista de Hamás.

El precio actual del crudo, 89.50 dólares por barril, es inferior al que tuvo apenas al cierre de septiembre de 95 dólares por barril.

Cuando la OPEP se sumó al conflicto árabe-israelí en 1973 el precio del petróleo subió 300 por ciento.

Pero más allá de las diferencias propias de los dos momentos de guerra, hay circunstancias muy diferentes en el mercado.

Hace 50 años Estados Unidos era un país totalmente dependiente de las importaciones petroleras, hoy es el principal productor de petróleo del mundo.

Y Arabia Saudita, el segundo productor mundial, ha entrado desde hace algunos años en un proceso de occidentalización que difícilmente quisiera perder por un conflicto energético que tiene perdido.

Sería muy difícil ver, como sucedió en aquellos años 70, una crisis en las calles y en las gasolineras, con miles de autos varados o formados por horas frente a una gasolinera para surtir de combustible.

Sí podría haber gasolina cara pero suficiente en las bombas, pero el efecto devastador llegaría a las pizarras de los mercados. Los juegos en los límites de la prudencia especulativa a los que están acostumbrados los mercados de hoy sí provocarían fuertes sacudidas en los mercados de futuros, bursátiles y cambiarios, vamos, una crisis.

Los mercados financieros son un primer receptor, un pararrayos, que suelen potenciar los efectos.

Así que, a 50 años de aquella crisis petrolera que paralizó a economías como la estadounidense, hoy existe una amenaza real de que un conflicto bélico extendido por todo el Medio Oriente lleve, sí, el precio del petróleo a niveles no vistos en años. Pero, sobre todo, amenaza con trastocar la vida económico-financiera de las economías de Occidente.

Hay una guerra en curso en Medio Oriente y no hay que olvidar que los ucranianos viven la barbaridad del régimen de Vladimir Putin, son conflictos bélicos en curso que se desarrollan en momentos de fragilidad inflacionaria mundial y de un cuestionamiento sobre la solidez de la recuperación económica global.

Nunca habrá un buen momento para hechos tan lamentables como las invasiones y el terrorismo, pero en este momento la incertidumbre puede inclinar a las economías hacia la recesión con mayor facilidad.