La polarización social fue la mejor arma de campaña de López Obrador y hoy es su mejor instrumento de gobierno
En los 32 meses que le quedan a esta administración, el presidente Andrés Manuel López Obrador va por tres cambios constitucionales que no son menores: la contrarreforma energética, el desmantelamiento del Instituto Nacional Electoral (INE) y la militarización de la seguridad pública.
Lo que tenemos que dar por descontado de las tres iniciativas presidenciales es que sus bancadas las acatarán tal cual las mande López Obrador, que los tres temas tienen una clara oposición del resto de los partidos que no forman parte de la 4T y que se usará todo el poder presidencial para mover las emociones de sus seguidores para impulsar esos cambios.
La polarización social fue la mejor arma de campaña de López Obrador y hoy es su mejor instrumento de gobierno. Una sociedad dividida, enojada, confrontada entenderá menos de razones y mucho más de emociones. Y mientras sean más los que apoyen su régimen, no harán falta los argumentos.
En la discusión en curso de la contrarreforma energética no hay argumentos técnicos para defender la iniciativa, porque ese debate lo tienen perdido. Pero eso no importa, porque lo que se busca es provocar emociones de empatía ideológica entre los seguidores de López Obrador.
Por lo que ahora el Presidente va a emprender una gira nacional para llenar las plazas públicas y conmover a sus audiencias con discursos emotivos, ahí, entre sus seguidores y en el monopolio de sus palabras.
Tenemos en nuestro diario El Economista una muy buena herramienta para poder entender esto a plenitud. El #AMLO Tracking Poll de Consulta Mitofsky, que mide la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, tiene un desglose por segmentos que permite ver claramente dónde están las áreas de más influencia para su movimiento.
Sectores sociales con menos estudios tienen una aprobación más alta del Presidente en comparación con los ciudadanos con estudios universitarios y superiores. Profesionistas y empresarios tienen una clara desaprobación del desempeño presidencial en comparación con los campesinos donde casi nueve de cada 10 lo aprueban.
No le interesa al gobierno federal un debate de argumentos en la contrarreforma energética. Tampoco tiene ningún interés en que haya una lógica en la estrategia que mantiene en contra del INE para desacreditarlo tras la realización de la consulta de “Revocación de Mandato”.
Todo tiene que ver con generar emociones, con enojar a la gente y enfrentarla. Que sus seguidores repitan y crean que los empresarios, y más si son extranjeros, quieren acabar con la CFE y vender cara la luz, y que el INE entorpece la democracia porque algunos de sus consejeros no son demócratas.
Vienen en camino las maniobras para que sus seguidores aplaudan la militarización de la Guardia Nacional y ahora sí dejar en manos del Ejército prácticamente cualquier actividad que solía ser un asunto civil.
Sin dejar de discutir con argumentos, datos y razones en los pequeños círculos que son claramente lejanos al corazón de la base social de la 4T, hay que entender dónde este régimen se mantiene exacerbando emociones y a través de qué medios lo impulsa.
Porque si de algo sirve la polarización es para crear un muro entre clases sociales y fijar la idea que hay mexicanos adversarios y mexicanos del pueblo bueno.
Vienen en camino las maniobras para que sus seguidores aplaudan la militarización de la Guardia Nacional y ahora sí dejar en manos del Ejército prácticamente cualquier actividad que solía ser un asunto civil.