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Un parlamento abierto para discutir una contrarreforma energética que ya decidió el Presidente y que va en contra del sentido común no puede arrojar un buen resultado.

Ninguno de los diputados y senadores que se cobijan en el paraguas de la 4T será capaz de escuchar algún argumento que les haga desobedecer la orden que tienen de votar a favor de esos cambios constitucionales como lo ordena el Presidente.

Incluso, la reunión del desairado precandidato presidencial, Ricardo Monreal, con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, dejó claro que no hay margen para la disidencia en ese tema en el Senado de la República. Lo vamos a comprobar en la reunión plenaria de Morena.

La única duda que se mantiene hasta ahora tiene que ver con los votos del PRI. Saber el alcance del trabajo político y de cañería coercitiva que se hace desde el poder con ese partido político que resulta ser el que impulsó los cambios que hoy se buscan echar a la basura.

De hecho, este proceso parlamentario de escuchar a quien tenga algo que decir sobre el tema es una iniciativa de los priistas. Sólo que la contrarreforma es una sentencia de muerte, ¿se puede platicar y negociar si prefieren la horca o el fusilamiento? Por supuesto que no.

El parlamento abierto arranca con una postura que bien puede ser la conclusión de sus promotores. El director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) no tiene empacho en mostrar que todo es un asunto ideológico, lleno de mentiras y contradicciones, y que no están dispuestos a cambiar ni una coma de la iniciativa presidencial. No habrá “acuerdito” dice Manuel Bartlett a la par de su conocida letanía política.

No estuvo nada bien ese episodio de marginar al Presidente del Consejo Coordinador Empresarial de poder asistir el mismo día que el director de la CFE y así poder compartir los reflectores. El descrédito de la inasistencia se lo llevó Carlos Salazar y el monopolio de los titulares, Bartlett.

Siempre será mejor ver a un parlamento que procura el diálogo, aunque al final la sordera de las partes implique un catálogo de monólogos. Lo único cierto es que este ejercicio gana tiempo.

Tiempo para poder quizá justificar un voto, pero también tiempo para que las verdaderas negociaciones se mantengan fuera de los recintos legislativos.

La secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, no fue al parlamento abierto, se fue directo a Palacio Nacional y le habló al presidente López Obrador de las molestias de su país y de las empresas estadounidenses con la contrarreforma energética.

Tanto que el propio Presidente aceptó que los países del norte tienen una lista de injusticias con sus empresas que ya prometió que va a revisar caso por caso.

No serán pláticas abiertas como las que se llevan a cabo en la Cámara de Diputados, pero conforme se acerquen las fechas de discusión legislativa de la contrarreforma energética se habrán de incrementar esos mensajes directos que puede ser que sí se escuchen en Palacio Nacional.