El tamaño de la embestida en contra del Instituto Nacional Electoral supera a los ataques a algunos de sus integrantes
Hay varios temas que preocupan respecto al desempeño que ha tenido este país durante los últimos años. No son pocos los lastres que claramente detienen las expectativas de una mejor condición para la economía, la seguridad, la gobernanza y muchas otras cosas.
Pero en ese tablero de focos ámbar hay algunos que claramente pueden encender en un amarillo más intenso que rápidamente puedan cambiar hacia el rojo de alerta.
Uno tiene que ver con las expectativas de la salud financiera hacia el 2023 y en especial el año electoral 2024. Y la otra alerta tiene que ver con la injerencia directa y descarada con la autónoma autoridad electoral.
La economía mexicana no va a crecer 4.1% este año, como todavía sostiene la Secretaría de Hacienda. Y aunque se hagan malabares discursivos para asegurar que vamos bien, la autoridad fiscal debería ir preparando los ajustes necesarios a su gasto para adaptarlo a un crecimiento que bien podría ser inferior a 2 por ciento.
Pero si desde la oficina principal de Palacio Nacional hay una negativa a gastar menos en los rubros que más consumen recursos, los planes asistencialistas y las obras faraónicas, podría incrementarse el desbalance de las cuentas públicas y aumentar, todavía más, el endeudamiento público.
Y si algo querrá hacer la 4T en la antesala de la sucesión presidencial del 2024 será tener clientelas electorales contentas que le permitan cumplir con su más preciada meta de mantener el poder.
El foco financiero cambiaría de amarillo a rojo si los mercados reprueban las estrategias de mayor gasto sin crecimiento suficiente de los ingresos y mayor endeudamiento.
Y como todo esfuerzo de esta administración se enfoca a su éxito político-electoral, la otra señal de alerta se enciende en los terrenos del árbitro organizador de las elecciones.
El tamaño de la embestida en contra del Instituto Nacional Electoral supera a los ataques a algunos de sus integrantes, incluso van más allá de las intentonas de judicializar ese evidente rencor hacia una autoridad que ha demostrado su imparcialidad.
No parece que el Presidente pueda conseguir la mayoría calificada necesaria para desmantelar el sistema electoral autónomo que se ha logrado en México durante los últimos 30 años, pero con el episodio de la consulta de la llamada Revocación de Mandato ya quedó claro que el talón de Aquiles del INE es la asignación presupuestal que haga la obediente mayoría simple de López Obrador en la Cámara de Diputados.
Una elección organizada por un árbitro autónomo limitado por cuestiones presupuestales es blanco fácil de un ejército de ciervos de la nación que pueda movilizar a su antojo a las masas hacia un reducido número de casillas que, por su saturación, desincentiven a muchos ciudadanos de participar. Por ejemplo.
Un retroceso constitucional en materia energética también sería uno de esos puntos de inflexión de no retorno para la estabilidad de este país, sería otro foco rojo. Pero hoy se ve como algo más difícil, al menos en los términos planteados originalmente por López Obrador.
Hay pues una marquesina de focos de alerta encendidos en este país, pero algunos de ellos destacan por lo que pueden implicar en daños tan profundos que no se puedan resolver en varias generaciones.