Está claro que estamos en la antesala de un problema mayor para nuestro país por esa forma desorganizada y dogmática que tiene López Obrador de conducir el país
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador es totalmente inorgánico. Hay funcionarios asignados a determinadas tareas que cumplen, porque todo debe pasar por los filtros presidenciales.
Servidores públicos asignados a ciertas funciones, acaban haciendo otras cosas que directamente les encarga el Presidente y no son pocos los que se mantienen en los organigramas, pero claramente no hacen nada relacionado con las funciones por las que cobran.
Todos los días se pierde estructura y transparencia en este país, como esa última de la Secretaría de Hacienda de cancelar la operación de CompraNet para hacer todo en esa opacidad que distingue a la 4T.
Los principales afectados ante tal desorganización y concentración del poder son los ciudadanos mexicanos, pero cuando se presentan casos que involucran temas internacionales, queda más al descubierto el nivel de desmantelamiento y caos que tiene el gobierno mexicano.
De entrada, Estados Unidos y Canadá no tienen claro con quién es que van a iniciar las consultas formales solicitadas en el marco del acuerdo comercial de América del Norte, el T-MEC.
El organigrama marca a la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, como la responsable de llevar esa relación comercial. Pero está claro que esa funcionaria es una de las que está más relegada en el ánimo presidencial.
Hace no mucho Clouthier y toda su secretaría sufrieron un regaño público de López Obrador por su intento de “bolsear a la gente” por pretender revisar el estado mecánico de los automóviles que circulan en el país.
Ahora, con este pleito que se avecina, López Obrador dijo que buscará incorporar al embajador de México ¡En China!, Jesús Seade, como parte del equipo que responderá a la queja norteamericana.
El canciller, Marcelo Ebrard, es el que aparece como protagonista y lo hace emulando el discurso presidencial.
Además de no tener claridad de quién encabezará las consultas solicitadas por Estados Unidos y Canadá, tampoco está claro con qué argumentos se van a encontrar los negociadores del norte.
El Presidente repite desde su tribuna mañanera la misma letanía nacionalista que ha repetido respecto a la propiedad del petróleo, la soberanía, la independencia y demás, lo mismo lo grita en la plaza pública, que lo dice a los representantes de empresas energéticas extranjeras que lo han visitado en Palacio Nacional.
El Presidente confunde la propiedad de los hidrocarburos con el trato igualitario que deben dar a las empresas estadounidenses y canadienses amparadas por la Constitución mexicana, tal como lo dice también claramente el T-MEC.
No parece haber nadie que se atreva a sacar a López Obrador de algunas confusiones básicas que tiene entre las leyes y sus dogmas.
Con eso se van a encontrar los socios del T-MEC por parte de los que sean los negociadores mexicanos en esas mesas de conciliación. Si fracasan esas consultas vendrá un panel que derivaría en la aplicación de sanciones comerciales a México.
Está claro que estamos en la antesala de un problema mayor para nuestro país por esa forma desorganizada y dogmática que tiene López Obrador de conducir el país.
En la política interna, el presidente ha hecho de su palabra la ley, pero en las relaciones comerciales internacionales no aplica igual ese pensamiento autocrático. Así que ya veremos las consecuencias.
Además de no tener claridad de quién encabezará las consultas solicitadas por Estados Unidos y Canadá, tampoco está claro con qué argumentos se van a encontrar los negociadores del norte.