Exasperados con la opinión publicada, en el war room de José Antonio Meade reprueban a la mayoría de las encuestas sobre las preferencias electorales difundidas en los diarios de circulación nacional desde que comenzó la campaña presidencial, pero sobre todo, el poll of polls que cotidianamente difunden Leo Zuckermann, Juan Ricardo Pérez-Escamilla y Jorge Buendía. … Continued
Exasperados con la opinión publicada, en el war room de José Antonio Meade reprueban a la mayoría de las encuestas sobre las preferencias electorales difundidas en los diarios de circulación nacional desde que comenzó la campaña presidencial, pero sobre todo, el poll of polls que cotidianamente difunden Leo Zuckermann, Juan Ricardo Pérez-Escamilla y Jorge Buendía.
“Negligencia criminal”, evalúan en la cúpula priista sobre Oraculus. Y más precisamente, sobre la peculiar selección de las encuestas tomadas en cuenta, cuyos técnicos —Javier Márquez, principalmente— han excluido a las mediciones publicadas en los medios que carecen de rigor metodológico o que son de empresas de dudosa reputación.
¿Al diablo con el teorema del límite central? A lo largo de dos meses de campaña, como puede comprobarse en otros agregadores (están los de CEDE, GPPolls, Bloomberg y El País), las encuestas publicadas en los medios informativos pueden agruparse en dos grandes bloques: las que observan una elección abierta y con una brecha amplia entre el puntero y el resto de los competidores y las que registran una contienda cerrada, sin claridad entre el segundo y el tercer lugar.
Los priistas cuestionan a Oraculus por descartar encuestas levantadas por teléfono o por Internet en las que José Antonio Meade claramente se ubica como el rival de AMLO. “Es importante distinguir entre las encuestas realizadas por investigadores o centros de investigación de aquellos ejercicios realizados por publicistas o con fines propagandísticos”, acotaba ayer Francisco Abundis Luna en la última sesión del foro de discusión sobre el rol de los encuestadores convocado ayer por el INE.
“Massive Caller hoy enfrentaría demandas penales y civiles… si estuviéramos en Estados Unidos”, reclamaba Abundis Luna, director general de Parametría, quien publica con Reuters, “allá está prohibido hacer llamadas con un robot. Es un vil engaño”.
En el war room tricolor comparten esas quejas metodológicas, pero sobre todo por las fuentes de financiamiento de ese tracking poll de la presidencial y las nueve elecciones para gobernador. En el centro de la discusión, las fuentes de información que hacen uso de encuestas cuya metodología es precaria, con meros fines propagandísticos.
¿Fake polls en los diarios mexicanos? No sólo candidatos y dirigentes políticos desconfían de las encuestas difundidas por la prensa capitalina, sino que en amplios sectores del empresariado, la academia e inclusive la jerarquía eclesial abundan los cuestionamientos sobre las metodologías de los demóscopos, particularmente a partir de las tasas de no respuesta que actualmente registran las casas encuestadoras, pero sobre todo por la distribución (aquellos que publican preferencia efectiva) y el tratamiento de los indecisos.
A partir del 2006, las sospechas sobre los encuestadores son recurrentes. “Desde entonces éramos parte de la mafia del poder”, recordaba ayer Ulises Beltrán, exencuestador de Los Pinos entre 1990 y el 2000, quien preside la casa encuestadora BGC. Para el 2018 podría generarse una fiscalía especializada en delitos de encuestadores, refería –más en serio que en broma– el politólogo Jorge Alcocer, director de la revista Voz y Voto. Con motivaciones distintas que defender el derecho a la información, en ámbitos empresariales han decidido tomar el toro por los cuernos para tener certezas respecto de las preferencias preelectorales.
¿Voto útil o voto estratégico? Las encuestas publicadas por los medios no sirven a una franja de empresarios y tomadores de decisión que refutan la posibilidad de que AMLO llegue a Los Pinos, pero no saben quién ocupa el segundo lugar en la carrera presidencial. ¿Anaya o Meade?
En las últimas semanas, por encargo de Federico Reyes-Heroles —director de la revista Este País— y de Eduardo Bohórquez, tres casas encuestadoras han trabajado en el diseño muestral y los preparativos para levantar 20,000 entrevistas que permitirían identificar las preferencias electorales con exactitud y, sobre todo, identificar la mejor opción para los votantes antilopezobradoristas.
Este “ejercicio nacional” —encuestas en los 300 distritos electorales— requeriría al menos de 10 millones de pesos y, según pudo confirmarse ayer, está en la fase final luego de que cayeran los donativos suficientes para garantizar al menos 14,000 cuestionarios. La coordinación técnica recae en Edmundo Berumen y, para efectos legales, el ejercicio sería patrocinado por Transparencia Mexicana. ¿Entregarán su base de datos al INE?
Las superencuestas, por encargo de los empresarios. A principios del año, diseñada por un pollster de la Casa Blanca y aplicada por De la Riva Group, se levantó una encuesta que encendió las señales de alerta: AMLO punteaba la carrera a Los Pinos; Ricardo Anaya estaba en segundo lugar y en tercero Meade.
Después de tres elecciones presidenciales, la legitimidad de las encuestas publicadas por los medios informativos está cuestionadísima. Después del 2006, por las presiones de la vocera presidencial, Alejandra Sota, Televisa dejó de difundir resultados de sus encuestas a boca de urna no obstante su utilidad en el discernimiento del comportamiento electoral.
Durante el peñismo, pocas mejoras. Y mucha autocensura. Hubo largas etapas donde las casas encuestadoras omitieron el dato sobre la aprobación y los medios dejaron de sufragar estudios cuantitativos, principalmente por las restricciones presupuestales. Entre las historias ocultas de las campañas del 2018 están las encuestas censuradas por los diarios capitalinos. Tal vez por eso los demóscopos están tan molestos con los medios.