El gobierno de Enrique Peña Nieto tiene buenas cifras de creación de empleos; datos históricos, para ser justos La crisis provocada por la Gran Recesión Mundial, la guerra contra el crimen y los elevados números de muertos, una mala candidata, el desgaste del poder; en fin, una larga lista de factores hicieron que el Partido … Continued
El gobierno de Enrique Peña Nieto tiene buenas cifras de creación de empleos; datos históricos, para ser justos
La crisis provocada por la Gran Recesión Mundial, la guerra contra el crimen y los elevados números de muertos, una mala candidata, el desgaste del poder; en fin, una larga lista de factores hicieron que el Partido Acción Nacional perdiera la presidencia de la República en las elecciones del 2012.
Después de una ausencia de dos sexenios una mayoría de electores decidió dar una nueva oportunidad al Partido Revolucionario Institucional que se había encargado de minar, desde el Poder Legislativo y las gubernaturas, a los panistas Fox y Calderón.
La promesa de cambios estructurales y acabar con la guerra contra el crimen le funcionaron al PRI que regresó al poder.
Y efectivamente a través del Pacto por México lograron los consensos para impulsar reformas estructurales muy importantes, de gran calado y todavía no del todo valoradas en materia energética, de telecomunicaciones y hasta fiscal.
Sin embargo, la falta de crecimiento económico, el aumento de la violencia y la generación de escándalos de corrupción minaron la figura del presidente y su partido hasta los niveles actuales de impopularidad.
Es obvio que el partido en el poder se quiere mantener en esa posición y quiere ganar las elecciones del próximo año. Pero tienen que encontrar la forma de posicionar de alguna manera positiva un sexenio tan mal acreditado.
La inseguridad crece, la impunidad manda, la falta de Estado de Derecho se complica con el nuevo sistema de justicia penal acusatorio, la corrupción aparenta un total reinado y no son pocos los grupos opositores que se han encargado de minar el prestigio de las instituciones con todo el peligro que esto implica para la estabilidad nacional, pero en ello les va una ventaja.
Con este escenario, en el arranque de la estrategia sucesoria desde la casa presidencial, parece que han elegido el tema de campaña y para ello han tomado prestada una estrategia que probó su éxito hace 12 años.
Felipe Calderón se presentó como el presidente del empleo y ganó. Hasta antes de la Gran Recesión los datos le daban la razón, pero en el 2009 el sueño se vino abajo.
El gobierno de Enrique Peña Nieto tiene buenas cifras de creación de empleos, datos históricos, para ser justos. Siempre se podrá argumentar sobre la calidad y la temporalidad de las plazas laborales, pero no hay duda de que a pesar del bajo crecimiento, hay una consistente creación de trabajos.
El propio Peña Nieto irrumpió en redes sociales y en los medios de comunicación para dar cuenta de los 86,233 nuevos empleos registrados en junio ante el IMSS y presumió la creación de medio millón de empleos durante el primer semestre de este año.
Pero sobre todo consumó el plagio de la frase y la línea discursiva de la campaña priista: el sexenio del empleo.
Así que a partir de ahora hay que esperar que esta virtud, de las pocas del sexenio, sean repetidas como eslogan de cierre de gobierno, como una manera de eliminar de la discusión los temas negativos y como la principal promesa de quien sea su candidato: continuar con la creación de plazas laborales.
Si el planteamiento priista era primero el programa, después el hombre. Pues ahí está el que parece el eje de la política pública que habrá de proponer el PRI en el 2018 para los próximos seis años.