Con este título, y con la ayuda de viejos mapas lacustres y nuevos mapas de Google, Salvador Medina reconstruyó hace unos días la ruta de destrucción del sismo del 19 de septiembre pasado. Pueden leerse en sus mapas el contorno preciso de la ciudad destruida, las riberas de los antiguos lagos, y la correspondencia de … Continued
Con este título, y con la ayuda de viejos mapas lacustres y nuevos mapas de Google, Salvador Medina reconstruyó hace unos días la ruta de destrucción del sismo del 19 de septiembre pasado.
Pueden leerse en sus mapas el contorno preciso de la ciudad destruida, las riberas de los antiguos lagos, y la correspondencia de los daños de hoy con los del sismo de 1985. (Texto y mapas pueden verse aquí http://bit.ly/2xtu2nJ)
Los edificios colapsados corren por una diagonal que nace en el lago de Texcoco, sigue al de Xochimilco, baja de Tlalpan, Coapa y Culhuacán, y por la avenida División del Norte hacia las colonias Del Valle, Narvarte, Roma y Condesa, hasta Azcapozalco.
“Este patrón”, explica Medina, “no es en lo más mínimo fortuito. De hecho, corresponde al antiguo lago de Xochimilco. Hay que recordar que existían 5 lagos en la zona que hoy ocupa la metrópoli: Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco (aquí se puede ver su localización). Xochimilco, uno de los más grandes, abarcaba desde la actual delegación Xochimilco hasta Azcapotzalco, recorriendo justo en una diagonal el Valle de México”.
Es la diagonal del colapso en 85 y es también la del colapso de 2017.
Naturalmente, en los efectos destructores del sismo son fundamentales su intensidad, la cercanía de su epicentro y la velocidad de sus ondas, pero lo común a los sismos catastróficos de Ciudad de México es la calidad arcillosa de la antigua ciudad lacustre sobre la que está levantada la nueva.
A esto hay que agregar la sobreexplotación de los acuíferos de la ciudad que la hunde cada año y hace sus edificaciones más vulnerables, sin resolver la escasez de agua.
Al mismo tiempo, dice Medina, “ante la primera lluvia severa, se inundan muchas zonas de la ciudad, situación que se agravará en el futuro debido al cambio climático que generará mayor escasez del agua e incrementará la intensidad de las precipitaciones en la metrópoli.”
Salvo el suelo arcilloso, nada de todo esto es invariable y fatal. Los sismos son inevitables en la ciudad, la catástrofe sísmica no.
hector.aguilarcamin@milenio.com