No hay mercado energético más apestoso que el del gas licuado de petróleo (LP), no sólo por el metanotiol que le agregan para detectarlo, sino porque se liberó el mercado únicamente para que un puñado de empresas acabara controlando sus precios. La liberación de los precios de este energético, el de mayor uso doméstico en … Continued
No hay mercado energético más apestoso que el del gas licuado de petróleo (LP), no sólo por el metanotiol que le agregan para detectarlo, sino porque se liberó el mercado únicamente para que un puñado de empresas acabara controlando sus precios.
La liberación de los precios de este energético, el de mayor uso doméstico en este país, no vino acompañada por la garantía de competencia.
Son inversiones altas las que se requieren, en un mercado deficitario y que tradicionalmente ha estado controlado, amañado, entre unos cuantos participantes.
Y si bien la estrella de la película opositora a la reforma energética han sido la gasolina y sus constantes incrementos de precio, el gas LP tiene una alta volatilidad social y un enorme uso para calentar campañas electorales.
La Comisión Federal de Competencia Económica no está descubriendo el agua tibia con el anuncio del inicio de una investigación a los participantes de este mercado por posibles prácticas monopólicas absolutas.
Tiene tiempo que las autoridades de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México dicen en voz muy baja que ese mercado distorsiona los precios de los combustibles y con ello hay afectación en la inflación.
Vamos, nadie mejor que Petróleos Mexicanos sabe del manejo oligopólico del gas LP en muchas plazas tan importantes como la Ciudad de México.
En el terreno empírico, las amas de casa saben que, si pasa el camión de los tanques azules, nunca se va a parar por ahí el repartidor de los tanques rojos. Y si va, tienen los mismos precios.
Sólo que esos susurros no corresponden al tamaño del escándalo que implica la manipulación de precios a favor de unos cuantos que controlan el mercado.
Se liberó el precio, pero no el mercado.
No es un asunto de número de empresas, es un tema de que esas compañías parecen ponerse de acuerdo para manejar precios controlados por ellos, se coluden para que ninguno de los participantes pueda bajar el precio porque así se lo permiten sus márgenes.
Y tienen la gran ventaja de que hay una autoridad que justifica los aumentos con aquello del déficit de producción de gas LP en México y cómo Estados Unidos, que nos importa ese energético, ha tenido que subir el precio por la demanda que provoca el invierno tan frío.
Se recargan en esas justificaciones y los precios se mantienen en márgenes acordados de manera ilegal entre los que deberían ser competidores. Al menos esto es lo que ahora investiga la autoridad en materia de competencia.
No es un mercado chico, implica facturaciones cercanas a los 10,000 millones de dólares de un combustible que atiende 20 millones de casas habitación, que implican 80% de la población.
Una de las grandes fallas de la reforma energética ha sido sus plazos de liberación de precios. Porque si bien es indispensable un libre mercado para que haya interés de los competidores por entrar, no se tomó en cuenta el nivel de amañamiento de ciertos mercados energéticos como para primero echar veneno a las malas prácticas y después soltar a los consumidores a un esquema de precios por oferta y demanda.