Aquí le tenemos miedo a la palabra, pero la arquitectura de ese cambio constitucional tiene el perfil de una dictadura legalizada, es una dictadura germinal
No hay país en el mundo que esté inafectado o tranquilo por la ofensiva exterior de Trump, a la vez proteccionista y expansionista.
México no es la excepción, sino uno de los países más afectados y en mayor alerta por el desbocado segundo gobierno de Trump.
Es imposible decir cuánto de lo que Trump ha puesto en la mesa de México será exigido y real, pero la negociación con el vecino se alza, por ahora, como el mayor problema político de un gobierno mexicano que arrancó en condiciones de hegemonía sin contrapesos, al punto de que pudo cambiar el régimen constitucional.
Aquí le tenemos miedo a la palabra, pero la arquitectura de ese cambio constitucional tiene el perfil de una dictadura legalizada, es una dictadura germinal.
Tanto durante el primer Trump como durante Biden, a Estados Unidos le importó poco la deriva autoritaria mexicana. No quisieron sino que México les sirviera de muro migratorio.
Las condiciones de indiferencia hacia México del segundo Trump han cambiado sustantivamente. La política autoritaria mexicana sigue importándole un comino y hasta puede verla con alguna empatía, porque sus impulsos políticos profundos, y aun los superficiales, se parecen mucho a los de López Obrador.
Pero las exigencias del segundo Trump cubren demasiado espacio en decisiones clave del gobierno mexicano.
Trump mantiene y expande las exigencias de contención migratoria de México hacia Estados Unidos y la aceptación de deportaciones hacia México, lo mismo de mexicanos que de no mexicanos.
Las exigencias en materia de seguridad y tráfico de drogas lindan con el intervencionismo militar. Ponen contra la pared a un gobierno que lleva seis años de condescendencia y complicidad con criminales en varios estados de la República.
Por último, Trump mira hacia el Tratado de Libre Comercio vigente como un abuso, mediante el cual México obtiene un gran superávit con Estados Unidos y lo regala en parte, con un déficit comercial de 100 mil millones de dólares, nada menos que a China.
La renegociación del tratado está adelantada y se topa con todo lo anterior, además del carnaval de incertidumbre jurídica que es la reforma judicial en marcha.
Trump está resultando una piedra difícil de saltar en el camino de la hegemonía morenista. Un inesperado contrapeso.
https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/el-factor-americano