Dos horas antes del arranque de su toma de protesta como candidato del Frente Opositor, Ricardo Anaya Cortés llegó al Auditorio Nacional acompañado de su familia y su entourage. En el camerino que en la noche ocuparon las leyendas del rock ’n’ roll, el ex dirigente nacional del PAN no hay fetiches, sino laptops y … Continued
Dos horas antes del arranque de su toma de protesta como candidato del Frente Opositor, Ricardo Anaya Cortés llegó al Auditorio Nacional acompañado de su familia y su entourage. En el camerino que en la noche ocuparon las leyendas del rock ’n’ roll, el ex dirigente nacional del PAN no hay fetiches, sino laptops y el vestuario necesario para que el joven abogado queretano —dentro de una semana cumplirá 39 años— luzca presidenciable.
En las escalinatas del Coloso de Reforma, más de 5,000 personas esperan que les permitan el acceso al graderío. Del otro lado de las rejas, el personal encargado de la seguridad del inmueble tiene instrucciones de bloquear el ingreso a quienes no cuenten con el boleto al evento.
A las 10:30 horas, Anaya Cortés —con chaleco negro y una diadema, con micrófono— sube al escenario. Detrás, una megapantalla. Al centro, un pequeño atril. Y semiocultas, cuatro pantallas. La prueba de sonido, sin problemas, pero el pen drive se interrumpe y la estrella del evento ve con dificultad a los monitores.
Y entonces, la primera decisión difícil de la jornada: prescindir del teleprompter. El equipo anayista no quiere dejar nada a la improvisación. “Yo sé lo que les digo. ¡Créeme, Víctor!”, corta Anaya, quien 10 minutos antes de la hora regresa al camerino.
Pero la orden de abrir las puertas no llega hasta las 11:10 y para completar el aforo es necesaria más de media hora. En los restaurantes de la zona hotelera de Polanco se congregan los 12 gobernadores que serán testigos de la unción de Anaya. Con acceso VIP ingresarán a la zona preferente desde el estacionamiento, por lo que no tendrán demasiado contacto con las bases del PRD, Movimiento Ciudadano y el PAN que esperaron, sin demasiados aspavientos.
Abajo, la seguridad del Auditorio prohíbe las banderolas y las matracas. En las plateas predominan las camisas naranjas, sobre los chalecos amarillos. ¿Y el típico entusiasmo de las bases panistas? Roto el programa original, es mejor ir con calma. Miguel Ángel Mancera se apersona poco después del mediodía a su primer evento del Frente, ya formalmente como candidato del PAN al Senado de la República.
Asientos de primera fila para el jefe de Gobierno; el dirigente nacional del PRD, Manuel Granados; y la candidata Alejandra Barrales. En el centro están Carolina, la esposa de Anaya Cortés, y sus hijos. Y enseguida, Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Diego Fernández de Cevallos, el único cuyo nombre será coreado por el público. Javier Corral también recibirá una ovación, cuando su nombre sea mencionado por el maestro de ceremonias.
“Ya se frotaban las manos aquellos que auguraban una ruptura con Javier Corral”, refiere el candidato electo —será abanderado del Frente hasta que el INE admita su registro— “se van a quedar con las ganas”. Ambos, en el back stage, habían limado asperezas.
Al iniciar su mensaje, Anaya Cortés usa su iPhone como apuntador. Es el único momento en el que se le ve dubitativo, pero en cuanto se aparta del atril y vuelve a su guión, todo fluye, aunque lentamente.
La primera parte de su presentación —un reconocimiento a su abuela y a su madre, ambas arquitectas— es conmovedora pero no tanto entusiasma al graderío como sus críticas al sistema priista y al Ejecutivo federal, que evita referirse directamente.
La impunidad, la inseguridad y la corrupción son tres tumores que hay que extirpar, diagnostica. Y cuando menciona al secretario de Comunicaciones y Transportes como el ejemplo de la incuria gubernamental se gana el primer aplauso largo de la jornada.
Más parecido a una presentación de TED que a una arenga partidista, Anaya Cortés esboza algunas propuestas concretas: a favor del nuevo aeropuerto. Dice sí al Mando único Policiaco y al Sistema Nacional Anticorrupción. Aunque promete acabar con la política asistencialista del gobierno federal, un ingreso básico universal sin endeudar al país y un aumento al salario mínimo hasta superar la línea del bienestar establecida por el Coneval.
“Yo me he preparado para servir a México, para sacar a mi patria de la postración que la ha puesto un mal gobierno. Yo estoy listo para ser presidente y lograr el cambio que México necesita”, definió el abanderado presidencial del Frente.
Y trazó el tono que dará a su discurso: “La corrupción no se combate con personalistas y una auténtica voluntad para acabar con la corrupción”, insiste, “México no necesita de un Mesías con ínfulas de perdonavidas. A mí no me va a temblar la mano para acabar con el pacto de impunidad ni para enfrentar al crimen organizado”.
“Sí voy a acabar con el pacto de impunidad”.
Según el panista, la contienda presidencial está cerrada y será entre las dos propuestas que proponen un cambio de régimen. La suya, insiste, es la de un cambio inteligente y con visión de futuro.
AMLO también es innombrable, esta ocasión. Pero las referencias al líder de Morena son constantes. “Hay quienes quieren seguir a la antigüita… como ya saben quién”, destaca cuando habla de la innovación y las disrupciones necesarias para proponer el cambio.
“Hay un candidato a la Presidencia que no entiende nada de esto”, critica. Y considera que es un “absoluto disparate” la propuesta del abanderado izquierdista de construir seis refinerías, porque costarían 700,000 millones de pesos.
“No va a pasar, porque no va a ser presidente de México”, asegura antes de dar paso a la parte más divertida de su presentación: sus videos en Silicon Valley.