Llamémosle comarca, territorio o región. Alguna vez fue país-patria pero los gobiernos depredadores, que fueron muchos, se lo acabaron
Por Manuel Ajenjo
Llamémosle comarca, territorio o región. Alguna vez fue país-patria pero los gobiernos depredadores, que fueron muchos, se lo acabaron. El territorio, región o comarca, es gobernado, si es que cabe esta definición, por unos, digámosles, caciques, autócratas o, simplemente, jefes que duran seis años en el poder. Hace tiempo el mando se transmitía por medio de la dedocracia –el que se iba señalaba con el dedo al que se quedaba–. De un corto tiempo para acá se implementó un oneroso modelo burocrático de, paradójicamente, precaria democracia. El dinero con el que se alimenta esta dispendiosa fantasía, sale de las arcas públicas. Pero los partidos políticos y sus candidatos son insaciables. Siempre necesitan más recursos económicos; estos son aportados, en la siguiente proporción: setenta por ciento por el crimen organizado y 30 por ciento por los intereses privados (de honestidad y patriotismo). Se me olvidaba, la comarca, territorio o región se llama Simulamex.
Hace dos sexenios, después de unos apretados comicios, el papel de cacique recayó en la persona de un hombre llamado Felipillo VSOP, el cual para legitimarse en el poder se puso una camisola militar, tres tallas más grande que la suya, y le declaró la guerra al crimen organizado. Esto provocó que la comarca, territorio o región se tiñera de sangre. Su hombre de confianza, el secretario de Seguridad Pública, el cineasta Geranillo MGM, de manera alevosa y traidora realizó con los cárteles de las drogas, a los que públicamente decía combatir, alianzas que lo convirtieron en millonario en dólares.
Bien a bien no se sabe si Geranillo se manejó solo en las cuestiones de corrupción o si era cómplice de su jefe. Es decir, o Felipillo jamás sospechó que su subordinado lo hacía pendejo o fue un perverso hipócrita en connivencia con él. Además de este asunto, la administración del cacique tenía problemas visibles que olían un poco mal –por decir lo menos–, como la Estela de Luz (de pus, según la vox populi) cuya entrega se atrasó más de un año y su costo se infló más de tres veces, y otros temas de posible corrupción.
La deteriorada imagen de Felipillo –el daño colateral que más resentía– sumado a que no pudo hacer jerarca de su partido a su secretario particular para imponer un candidato con posibilidades de sucederlo y cubrirle la espalda, le hizo tomar conciencia de que su prestigio y honra estaban al borde del precipicio. Frente a su mejor amiga –una botella de ron– decidió protegerse. Sabía él de la alta probabilidad de que su sucesor no sería otro que el favorito de la oligarquía, que si bien pertenecía a un partido contrario al suyo, no era tan contrario; un mexiquense proclive a la frivolidad y a la corruptela, Enriquillo GEL –única sustancia que se encontraba en su cabeza–, con el cual no sería difícil llegar a un acuerdo de salvaguarda.
A cambio de protección a su buen nombre y de impunidad a sus posibles faltas, Felipillo le ofreció a Enriquillo boicotear a la candidata de su partido, Josefinilla DHV –Dios hazme viuda–, mujer a la que toleraba pero no le era simpática. Además le prometió terminar el avión presidencial, un Boeing 787, que ya estaba pedido y que, finalmente, tuvo un costo de 217.8 millones de dólares, totalmente al gusto del mexiquense.
A los dos meses diez días del comienzo de la nueva administración, el Boeing 787, único en el mundo, se puso en servicio. A manera de inauguración, el flamante jefe invitó a viajar con él a la ciudad de Hermosillo, a un grupo de destacados estudiantes de primaria y secundaria. La aeronave fue bautizada con el nombre de José María Morelos y Pavón, uno de los ilustres héroes que forjaron la patria-país que políticos como Felipillo y Enriquillo han depredado hasta convertirla en comarca, territorio o región, llamada Simulamex. (Continuará)