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ero horas del uno de octubre del 2024, Claudia Sheinbaum se convertirá en la presidenta constitucional de México. Ya la ceremonia de la colocación de la banda presidencial, los aplausos, discursos y el besamanos, son parte de un protocolo que sí será interesante, pero no determinante para ejercer el poder.

No hay duda, la ceremonia de cambio de poderes del próximo martes todavía será un “momento López Obrador”, es prácticamente un hecho que la misma presidenta en funciones hará de esa oportunidad un homenaje presencial a quien les aportó todo ese poder que se pudo amasar sin buenos resultados de gobierno.

Lo importante será ese cierre discursivo de la mandataria, el epitafio político que le dedique a quien debería ya no aparecer en público en adelante, por más que todo el mundo tenga claro que conservará un teléfono rojo en su rancho de Palenque, Chiapas.

Pero tiene que haber un momento en este próximo martes 1 de octubre en donde los dos Presidentes, la constitucional y el expresidente, tomen su propio camino. Puede incluso haber cierto dramatismo visual en esa secuencia de imágenes, que, si los productores tienen las instrucciones, podría incluir el derramamiento de algunas lágrimas de algunos de los asistentes.

Tiene más tarde la entonces Presidenta en funciones, el mismo 1 de octubre, un mitin en el Zócalo donde se empezará a notar la ausencia, incluso se la pueden reclamar. Sólo hay que esperar un poco de cordura para que, a esa hora, López Obrador vaya camino a (¿cómo se llama su rancho).

La transición pública que se puede permitir Claudia Sheinbaum entre su papel de acompañante de López Obrador y sus funciones plenas de ser la primera Presidenta de México deben limitarse a ese 1 de octubre. No más.

Independientemente de los arreglos que pudieran tener ambos para recibir “consejos” a la distancia, públicamente no debe haber mayor contacto entre ambos.

La mañana del miércoles 2 de octubre, si elije ese día para su primera Mañanera, el tema central de conversación debería ser la estrategia de seguridad de la Presidenta Sheinbaum para salvaguardar la marcha del 56 aniversario del asesinato de manifestantes en Tlatelolco.

De la mano de ese primer trascendente hecho que deberá atender la nueva administración federal, podría acompañarlo de lineamientos importantes en materia de seguridad.

La imagen de Claudia Sheinbaum del 2 de octubre sí es importante, porque debe marcar ese camino que prometió ante el partido político que la llevó a la presidencia: gobernar para todos los mexicanos, sin olvidar sus principios.

Debe empezar a atajar desde ese momento, con elegancia, pero con contundencia, cualquier comparación con el régimen de su mentor, debe hacer notar que las decisiones de su gobierno son propias y no dictadas.

Ya el tiempo dirá si sólo hay una distancia para la fotografía o bien sí llega con ánimos de un gobierno propio.

Será a partir de ese 2 de octubre cuando los mercados le hagan saber su ánimo ante esa nueva administración. Claro, los discursos de los representantes empresariales serán diplomáticos y hasta zalameros, pero los mercados no esconden sus reacciones.

Entonces, 30 de septiembre, felizmente el último día del mandato. 1 de octubre, ceremonia de despedida. 2 de octubre, el arranque funcional.