La segunda vuelta presidencial otorga un mandato claro al ganador. Despeja las dudas sobre su legitimidad electoral, pero no despeja el problema de la pluralidad en el Congreso, donde persisten los resultados fragmentados de la primera vuelta, donde el Presidente no será mayoría absoluta aunque haya sido electo con ella en la segunda vuelta. Esto … Continued
La segunda vuelta presidencial otorga un mandato claro al ganador. Despeja las dudas sobre su legitimidad electoral, pero no despeja el problema de la pluralidad en el Congreso, donde persisten los resultados fragmentados de la primera vuelta, donde el Presidente no será mayoría absoluta aunque haya sido electo con ella en la segunda vuelta.
Esto plantea, a querer o no, un duelo de legitimidades entre el Presidente que gana la mayoría absoluta y un Congreso donde su gobierno es minoría frente a la oposición.
Algo de este dilema podría aminorarse haciendo la elección de la segunda vuelta presidencial el mismo día de la elección del Congreso, para que los votantes escojan entre los finalistas e induzcan en la elección del Congreso a una fragmentación menor.
Otro camino, complementario, no excluyente, es continuar el que llevamos:
Está ya inscrita en la Constitución la posibilidad de que quien gane las elecciones presidenciales opte por un gobierno de coalición con otras fuerzas políticas, que le den sus votos mayoritarios en el Congreso.
Si se estableciera la segunda vuelta presidencial, un complemento lógico de esta norma, que ya existe, sería que el ganador quedara obligado a formar un gobierno de coalición con las fuerzas políticas que arrastre tras su voto.
Ideal sería que la coalición fuese no solo un intercambio de carteras en el gabinete, sino un compromiso en torno a un programa de políticas públicas: un proyecto de gobierno conocido, previsible, demandable, apoyado por el Congreso.
El fantasma de la fragmentación, que conduce a la ingobernabilidad, podría encontrar en estos instrumentos lo que le falta a la democracia mexicana:
1. Gobiernos fuertes, pero democráticos, nacidos del voto directo de los ciudadanos.
2. Mayorías estables, pero plurales, nacidas de la negociación de las fuerzas políticas.
3. Un programa de gobierno explícito, previsible, consensuado en la pluralidad.
Demasiado bueno para ser verdad, como dice el dicho inglés. Pero está al alcance de solo una reforma que establezca la segunda vuelta presidencial y la obligación de crear gobiernos de coalición para el ganador.