Si no hay presión para que esto cambie, las consecuencias financieras serán para toda la economía. Los mercados y sus participantes lo sabrán
Los resultados negativos de Petróleos Mexicanos y su impacto en las finanzas públicas son razones suficientes para que las firmas calificadoras empiecen una revisión más minuciosa del estado que guarda la deuda soberana de México.
Antes del gasto público descomunal e irresponsable durante el 2024, antes de la primera argucia para construir una mayoría legislativa artificial que ha hecho contrarreformas del tamaño de la que sufrió el Poder Judicial, incluso antes de Donald Trump, Pemex y su situación financiera ya eran el tema central de preocupación de este país.
Lo único que ha sucedido es que se han acumulado otros tantos problemas graves que hoy complican más el futuro económico financiero de México.
Claro que, en términos de la narrativa oficial, en la búsqueda de responsables de lo que puede venir, el espectáculo que todos los días da el Presidente de Estados Unidos cayó como anillo al dedo.
Es cierto que ahora mismo hay gran incertidumbre sobre la aplicación o no del primer paquete de aranceles a los productos mexicanos a partir de mañana.
Pero también es verdad que hay problemas financieros importantes que escapan de la atención pública, porque resulta muy conveniente mantenerlos apartados de ellos.
Es mejor la “gran televisión” como dijo Donald Trump tras la emboscada que le montó a Volodímir Zelensky, presidente de Ucrania.
Y atención porque ahora mismo tiene a México en la mira y si bien puede seguir con sus reacciones coléricas e irracionales, seguro que entiende el daño auto infringido al castigar comercialmente a México.
Pero internamente hay algo muy grave, la situación financiera de Petróleos Mexicanos, su excesiva dependencia de las finanzas públicas y la negativa ideológica de hacer un último esfuerzo por esta empresa petrolera hacen muy probables efectos financieros negativos en un mediano plazo.
Donald Trump tiene conductas incomprensibles, no propias de quien dirige el país más poderoso del mundo, se ven a simple vista, pero son muchos los que no pueden ver la cantidad de errores, impulsados por dogmas y anacronismos, que desde el gobierno mexicano se cometen en muchas áreas, pero especialmente en el sector energético.
La única forma de tratar de salvar las finanzas públicas y algo de Petróleos Mexicanos es aceptar los errores garrafales del sexenio pasado, redimensionar el tamaño de Petróleos Mexicanos y enfocarlo en su actividad básica, y vivir del pago de impuestos de las empresas productivas privadas que quisieran todavía hacer negocios en México.
El esfuerzo que ahora mismo hace la Secretaría de Hacienda para hacer creíble la corrección fiscal en un año de evidente estancamiento económico puede toparse con pared cuando Pemex tenga que estirar la mano por muchos más recursos públicos o de plano no se pueda esconder más su estado de empresa en quiebra técnica.
Pemex ha estado de lado de los problemas durante buena parte del Siglo XXI, pero no hay duda de que éste es su peor momento y que las decisiones asumidas por este régimen sólo han agravado su condición.
Si no hay presión para que esto cambie, las consecuencias financieras serán para toda la economía. Los mercados y sus participantes lo sabrán.
Pero para la opinión pública no hay nada que hoy no se le pueda cargar a la cuenta de Donald Trump.