Al tigre se le puede soltar desde una derrota electoral, tal como lo previene y amenaza Andrés Manuel López Obrador, pero la advertencia de movilizar al pueblo bueno en caso de no conseguir lo que desea puede aplicar en cualquier asunto que desde el Poder Ejecutivo eventualmente no consiga. Dar marcha atrás a algunos de … Continued
Al tigre se le puede soltar desde una derrota electoral, tal como lo previene y amenaza Andrés Manuel López Obrador, pero la advertencia de movilizar al pueblo bueno en caso de no conseguir lo que desea puede aplicar en cualquier asunto que desde el Poder Ejecutivo eventualmente no consiga.
Dar marcha atrás a algunos de los cambios más trascendentes que se han dado en este país, como la reforma energética, puede ser simplemente un asunto de sacar al número suficiente de seguidores a la calle, incluso si un Congreso opositor lo intentara frenar. No suena democrático, pero es totalmente posible.
De ahí que no son pocos los organismos, nacionales e internacionales, que buscan garantías de que quien llegue al poder respetará las leyes y los cambios alcanzados.
No es un temor irracional, hay elementos suficientes para pensar que López Obrador tiene planes de regresar varios pasos hacia atrás, porque así lo ha dicho.
Es pública y abierta su determinación de cancelar una obra que lleva un avance importante para cumplir con su personalísima visión de dónde construir el nuevo aeropuerto de la capital del país.
Cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para desarrollar un proyecto inviable atenta contra el sentido común, pero también contra la confianza.
En materia energética no es un invento de nadie que echaría para atrás todo lo avanzado en materia de inversión privada. Es una declaración pública de quien ya nombró como la secretaria de Energía de que pretenden imponer un modelo nacionalista como el que tuvo México en épocas de Luis Echeverría.
Es un hecho que vamos a hacer cambios en la política energética del país, dijo la lopezobradorista que ya se vio despachando los temas energéticos.
Frenar las exportaciones de petróleo, detener las inversiones privadas y usar los muy escasos recursos públicos para construir refinerías tal como expresamente lo han descrito los punteros en la competencia presidencial, sería un duro golpe a la economía mexicana del que difícilmente se podría reponer.
¿Cómo podría este grupo que ve al pasado cambiar las cosas y darlo por hecho, si una determinación de esa envergadura dependería del Congreso de la Unión y de una mayoría calificada, de tres cuartas partes de diputados y senadores, para cambiar la Constitución?
Bien, pues la respuesta está en el tigre: soltarlo desde Palacio Nacional y que se encargue. O simplemente que el secretario de Energía y el director de Pemex se encarguen de frenarlo todo desde el escritorio.
En este país de endeble Estado de Derecho es suficiente que un grupo opositor no muy numeroso, pero sí muy violento, tome una plaza para doblegar a los gobiernos y consigan cualquier cantidad de prebendas.
—¿Qué podría hacer un grupo más grande financiado y azuzado desde la Presidencia?
Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela no han usado al Ejército para gobernar. El secreto de la república bolivariana está en la movilización de sus masas para apabullar a los contrarios, incluidos los poderes Legislativo y Judicial.
Cuando el Consejo Coordinador Empresarial o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos piden certeza respecto al terreno avanzado con los cambios estructurales e incluso las obras de infraestructura, como el aeropuerto, lo hacen con la convicción del riesgo que existe de un cambio desorientado y caprichoso. Lo hacen viendo las fauces de ese tigre.