Mandar el Servicio de Administración Tributaria a Mexicali es una forma práctica de Andrés López de mandar al diablo a las instituciones, pero dejar acéfalas varias fiscalías y mantener en el limbo la designación presidencial del próximo gobernador del Banco de México es algo similar a aquella amenaza del populista. Hoy el principal lastre para … Continued
Mandar el Servicio de Administración Tributaria a Mexicali es una forma práctica de Andrés López de mandar al diablo a las instituciones, pero dejar acéfalas varias fiscalías y mantener en el limbo la designación presidencial del próximo gobernador del Banco de México es algo similar a aquella amenaza del populista.
Hoy el principal lastre para que la economía mexicana se pueda desarrollar es interno y es político. En la encuesta de expertos del propio banco central mexicano, la respuesta número uno que dieron hace unos días fue la incertidumbre política interna. La segunda causa es la inseguridad pública en la que vivimos en este país.
Y esto no sólo pasa por las designaciones de los candidatos presidenciales, sino también por la parálisis que se ha dado en los poderes ejecutivo y legislativo que cambiaron su eje de rotación de la gobernanza hacia las elecciones que vienen.
Al menos desde la presidencia solían guardar ciertas apariencias, pero hoy se han perdido por completo y lo que rige es el destape que viene y su posterior candidatura.
Faltan un procurador general de la República, un fiscal general, un fiscal anticorrupción, un fiscal de delitos electorales y un gobernador del Banco de México (Banxico).
Dentro de 24 días entra en vigor la postergada renuncia de Agustín Carstens como gobernador del banco central mexicano. Es más, es muy probable que para ese 30 de noviembre este financiero ya haya tomado un avión, con boleto de viaje de ida y sin regreso, rumbo a Suiza.
Se supone que la prórroga en la permanencia de Carstens del verano hasta este mes era para garantizar estabilidad en los mercados. Y si bien es verdad que su sola presencia relaja, también es cierto que su inminente ausencia sin remplazo agrega tensiones a un mercado altamente estresado.
Es un hecho que la inflación emprendió un camino estadístico de regreso hacia niveles más bajos a los actuales superiores a 6 por ciento. Se encontrará con bases de comparación altas que ayudarán para este fin, pero también hay nuevas realidades del mercado que pueden frenar esa baja inflacionaria.
La paridad cambiaria otra vez presiona los precios y puede hacer que el traspaso sea más acelerado porque se ha desgastado el colchón de amortiguamiento que usó durante buena parte de este año.
Además, los precios de los energéticos han subido y esto también genera presiones inflacionarias en las tarifas eléctricas y en los precios de los combustibles.
Todo eso necesita un banco central listo para actuar y si bien una institución así no depende de una sola persona, también es cierto que buena parte de su trabajo es mandar mensajes y llegar a estas alturas de noviembre sin siquiera una propuesta presidencial es pésima señal.
Tal parece que en esa rotación electoral del gobierno de Peña Nieto habrá que esperar primero a la designación de candidato del PRI para después resolver en un par de días con un fast track legislativo la nominación y aprobación del próximo gobernador del banco central.
Esto puede ser también una manera de minimizar las protestas en caso de que el designado presidencial sea alguien que no genere buena impresión política.
Es el juego de las piezas presidenciales a costa de la salud emocional y las consecuencias especulativas de los mercados.