Como ya he manifestado en esta columna existe en nuestro país una Fábrica de Eventos, creadora y elaboradora de sucesos, escándalos e imprevistos que surgen de uno en uno de forma tal que el último -que siempre será el penúltimo- distrae la atención pública que había sobre el anterior, de la misma forma que éste … Continued
Como ya he manifestado en esta columna existe en nuestro país una Fábrica de Eventos, creadora y elaboradora de sucesos, escándalos e imprevistos que surgen de uno en uno de forma tal que el último -que siempre será el penúltimo- distrae la atención pública que había sobre el anterior, de la misma forma que éste desvaneció el interés ciudadano que estaba fijo en el precedente y así, de manera decreciente, hasta el olvido.
Para comprobar mi teoría recurriré a las noticias que más han calado en la opinión pública en el último mes:
El 12 de julio pasado, en el kilómetro 93 del nuevo Libramiento de Cuernavaca, se abrió un socavón de cinco metros de profundidad y 12 metros y medio de ancho donde cayó un automóvil en el que viajaban dos hombres -padre e hijo-. El secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, vía Twitter, nos dio, primero, la noticia buena: ¡se rescató el vehículo Jetta! Luego vino la mala: los dos ocupantes fallecieron.
El tramo carretero de 14 kilómetros y medio con diez carriles de ancho fue inaugurado apenas en abril pasado; tuvo un costo de 2,213 millones de pesos, es decir cada kilómetro costó 15,262,069 pesos. Según el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) construir en Alemania un kilómetro de una carretera similar -sin socavones y con trabajadores mucho mejor pagados que los mexicanos- cuesta 57 veces menos. Cuando uno se entera de cosas como éstas piensa que estamos gobernados por ladrones o en el mejor (¿?) de los casos por pendejos.
Bastaron cinco días para que el escándalo del socavón saliera del primer plano de la atención pública. Los reflectores se posicionaron en la atocinada figura de Javier Duarte quien llegó a México, extraditado de Guatemala, para ser juzgado por las acusaciones que se le imputan -y nos emputan-: lavado de dinero y delincuencia organizada. Cinco días después de su extradición, en su segunda comparecencia, el juez determinó llevar a juicio a Javier “N” quien seguirá su proceso completo en el Reclusorio Norte.
Para entonces el caso Duarte ya había sufrido una mengua en el interés social. Dos días antes un nuevo y sorprendente caso se había apoderado de la predilección pública: en un operativo realizado, en la Delegación Tláhuac, por la Secretaría de Marina, la Procuraduría General de la República (PGR) y la Policía Federal, fueron abatidos ocho presuntos delincuentes, entre ellos Felipe de Jesús Pérez Luna, alias el Ojos, jefe de la banda dedicada al narcomenudeo, a la extorsión y a los secuestros en las inmediaciones de la precitada Delegación así como en Milpa Alta, Xochimilco, e Iztapalapa.
Se dijo que el Ojos era capo de un cártel y que contaba con el apoyo del delegado de Tláhuac, el morenista Rigoberto Salgado, quien compareció ante la Asamblea de Representantes de la Ciudad de México, donde contestó preguntas y cuestionamientos como le vino en gana. Empero Salgado tiene abiertas dos investigaciones en la Contraloría General de la Ciudad de México.
Apenas se iniciaba la discusión sobre si los malandrines muertos en Tláhuac formaban parte de un peligroso grupo delincuencial o si constituían un cártel cuando la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos incluyó al futbolista Rafael Márquez y al cantante Julión Álvarez en la lista de personas que lavan dinero del narco.
El Gobierno de Estados Unidos asegura que desde hace muchos años y hasta la fecha Rafa y Julión han lavado dinero de Raúl Flores Hernández quien tiene dos acusaciones penales en ese país por tráfico de cocaína y lavado de dinero.
En lo personal me gustaría que este caso tuviera las connotaciones políticas advertidas por el ex canciller Jorge Castañeda quien escribió en su columna “Amarres” en el periódico El Financiero: (el hecho) “constituye una advertencia, amenaza o franco golpe bajo al gobierno de Peña Nieto. Washington escogió el momento para lanzar su torpedo por debajo de la línea de flotación -en la víspera del arranque de las negociaciones del TLC-…”
No nos recuperábamos aún de la sorpresa causada por la noticia anterior cuando, el domingo pasado, la organización periodística Quinto Elemento Lab difundió esta noticia: según declaraciones juramentadas de tres altos ejecutivos de la constructora brasileña Odebrecht, Emilio Lozoya recibió 10 millones de dólares de dicha empresa con sede en Brasil.
Según lo declarado la primera vez que la empresa “puseram a do Corinthians” -versión brasileña de ponerse la del Puebla- con Emilio fue a principio del 2012 cuando era coordinador internacional del candidato Peña Nieto, le dieron los primeros 4 millones de billetes verdes. Los otros seis se los dieron durante su gestión como director de Pemex entre el 2013 y el 2016. A través de su abogado el “suavecito” Javier Coello Trejo, Lozoya presentará una demanda contra quienes resulten responsables de declaraciones falsas. Pero antes según se supo don Emilio tendrá que comparecer ante la Procuraduría General de la República (PGR) el día de hoy.
Como escribió el Director Editorial de El Economista, Luis Miguel González: “¿Las autoridades (mexicanas) ayudarán o estorbarán en la búsqueda de la verdad? Ésa es la cuestión”.
Colofón
Algunos priistas pidieron abrir los candados pensando que eran los de las cajas de caudales públicos.
